Libros del crepúsculo

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lunes, 30 de junio de 2014

Foucault y la historización de la crítica




Decíamos, en un par de posts recientes, que la fijación de Michel Foucault como referente de una parte de los estudios culturales cubanos, era beneficiosa y, a la vez, problemática. El pensamiento de Foucault ha sido emplazado desde múltiples perspectivas en los últimos treinta años: desde el post-modernismo, el feminismo, el psicoanálisis, la antropología, el neomarxismo o la nueva historia conceptual, jurídica o política, por ejemplo. De ahí que, junto a la constatación del referente foucaultiano, se vuelva necesario pensar sus límites y la ausencia de un debate sobre los mismos en medios académicos cubanos.
Desde los años 80, la obra de Foucault ha sido criticada por Jean Baudrillard, Jürgen Habermas y Richard Rorty, en relación con una desenfrenada voluntad de representación, que acumulaba su pensamiento, o, más específicamente, con la filosofía, que a Habermas le parecía una mezcla imposible de Kant y Nietzsche, o la epistemología, que según Rorty era, en La arqueología del saber y otros textos de Foucault, una exposición negativa de los límites de producción del conocimiento moderno, sin una propuesta teórica propia. En los últimos años, esas críticas se desplazaron al campo de la historiografía y la teoría de la historia, en el que autores como Hans-Ulrich Wehler y la escuela de Bielefeld han cuestionado severamente el registro conceptual de Foucault.
La zona más viva del legado de Foucault, en el pensamiento contemporáneo, se encuentra, a mi juicio, en el debate sobre la biopolítica y la genealogía del racismo -aunque algunos antropólogos también están discutiendo esto último, así como los psicoanalistas discuten la teoría foucaultiana de la sexualidad-, tal y como evidencia la obra de Giorgio Agamben y Roberto Esposito. En la crítica literaria, más que en la historia intelectual, esta vertiente sigue siendo provechosa y obliga al crítico a historizar su discurso, en un campo, como el de los estudios literarios, muy dado a la deshistorización de la crítica y a la aplicación anacrónica, a autores y obras del pasado, de teorías culturales contemporáneas, autorizadas, sobre todo, en la academia norteamericana.

  

2 comentarios:

  1. creo que a Foucault lo de Cuba no le importaba nada. Me refiero no a él personalmente, que no viene al caso, sino a su empeño teórico. Tal vez sería oportuno consultar de marco para esta consideración el libro de Afary y Anderson, Foucault and the Iranian Revolution, Gender and the Seductions of Islamism (U Chicago Press 2005), donde se analiza a fondo y con archivo la adherencia de Foucault, a veces de testigo testimonial, a los radicales de la revolución iraní en su momento, digamos que jacobino. Ente este fenómeno revolucionario-teológico a todas luces arcáico y anti-moderno, Foucault se entrega con bríos que en mi opinión surgen de su orientación erótica hacia el Islam... Orientalismo de Foucault anti occidentalista.

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  2. el comentario anterior es de Eduardo González

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