Libros del crepúsculo

Libros del crepúsculo

domingo, 25 de mayo de 2014

Materialidad de José Martí

Comienzo a leer, este fin de semana, el esperado libro de Francisco Morán, Martí, la justicia infinita. Notas sobre ética y otredad en la escritura martiana (2014), que tuvo a bien editar Pío Serrano, en Verbum, con portada del artista Geandy Pavón. Es un libro al que, seguramente, volveremos varias veces en este blog en las próximas semanas. Se trata de un volumen escrito con pasión y precisión, destreza y flexibilidad, virtudes que raras veces se presentan juntas en la crítica literaria cubana de la isla o el exilio.
Sólo quisiera adelantar que en contra de quienes hace muy poco decretaban el fin de la desmitificación de Martí o de quienes pretenden atribuirle una condición de cierre epistemológico, este volumen, así como Etnografía, política y poder a finales del siglo XIX (2014) de Jorge Camacho, que comentamos en el último número de La Habana Elegante, es buena prueba de que todavía hay mucho que debatir sobre Martí y que la mejor manera de hacerlo es por medio del diálogo y la crítica con las generaciones anteriores de estudiosos martianos.
No veo en este libro esa superación de todas las visiones anteriores sobre Martí, que le atribuye Román de la Campa en una de las notas de contraportada y mucho menos gracias al uso que Morán hace de la ya no tan "nueva concepción de lo político" de Jacques Rancière. Morán, a diferencia de otros críticos cubanos en Estados Unidos, hace un uso muy económico de la teoría, no permite que lo teórico invada plenamente la prosa y cita muy tangencial o eventualmente a Rancière o a Giorgio Agamben, sin poner su lectura de los textos de Martí a disposición de una plataforma teórica preconcebida.
No parece haber aquí, tampoco, alardes de iconoclastia o poses nihilistas en el ejercicio de la hermenéutica. El estudio parte de un rechazo evidente a toda sacralización de Martí, sostenida desde la hegemonía de discursos morales, religiosos o ideológicos, como los que podrían personificarse con Cintio Vitier en la isla o Carlos Ripoll en el exilio. Morán observa, incluso, esa persistencia de las estrategias sacralizadoras de la lectura en corrientes contemporáneas del pensamiento "latinoamericanista" en la academia de Estados Unidos, como la que podría asociarse a los enfoques postcoloniales de Gayatri Spivak y Laura Lomas. Pero, a la vez, mantiene un diálogo discordante con esos mismos y otros estudiosos de Martí como Julio Ramos y Ottmar Ette.
Este es un libro, en suma, que propone una vuelta a la materialidad de Martí, al Martí que negocia con sus benefactores en México o España, en Guatemala y Estados Unidos. Al Martí hombre de poder y de negocios, empresario y caudillo, que alienta el culto a la personalidad en aquella ciudad llamada "Martí City". Al Martí migrante, nómada, que, sin embargo, trasmite visiones negativas de inmigrantes en México y Estados Unidos, en América Latina y Europa. Al Martí que, como el republicano -más que como el liberal- de su tiempo que era posee una idea prejuiciada y jerárquica de las razas y de los caracteres nacionales que el darwinismo social del siglo XIX consideraba "incivilizados" o "bárbaros".
Hay afirmaciones o momentos de este estudio con los que seguramente no estaremos de acuerdo. A mí, por ejemplo, me sigue pareciendo anacrónica o forzada la percepción de acentos "lombrosianos" o "eugenésicos" en Martí o la suscripción de una idea dicotómica o asimétrica de los "derechos naturales" de obreros y burgueses en sus escritos sobre las huelgas en México o sobre los anarquistas de Chicago. Mucho menos creo que se pueda atribuir a Martí, como hace Pedro Marqués de Armas en sus palabras en la contraportada, un "racismo de Estado", por la sencilla razón de que Martí nunca fue el jefe de un Estado, a pesar de sus sintonías con el orden constitucional establecido en Cuba apenas seis años después de su muerte. No seré yo quien niegue que en el republicanismo martiano había racismo, pero de ahí a entenderlo como eugenesia, evolucionismo o biopolítica estatal va un trecho que sólo puede saltarse con arbitrariedad o exageración.
Este libro aporta, todavía, algo más: viene a recordarnos que Sainte-Beuve tenía razón, sobre Marcel Proust, y que la crítica literaria no puede desentenderse de la historia y la biografía, de la sociedad y el Estado, como bien anotan Jorge Camacho y José F. Buscaglia. Ese Martí oscuro, que negocia y cobra, que duda y miente, que odia e intriga, es un Martí material, que sólo puede ser reconstruido por medio de una historización precisa de su escritura. En un momento en que, ante la irreversible decadencia de la ciudad letrada que vivimos, tantas voces se lanzan a una inconcebible defensa de la autotelia de la literatura en el siglo XXI, este libro viene a recordarnos que, para los estudios literarios, es tan importante el bios como la grafía.

18 comentarios:

  1. Exceletente reseña Rafa. Voy a buscar el libro. Sólo quería preguntarte, por lo que he visto en tus últimas reseñas y comentarios, la razón por la cual estás defendiendo una crítica literaria más abierta. Pareciera que estuvieras reviviendo un debate de los noventa entre los críticos literarios y los críticos culturales. En este sentido te pregunto, ¿cuál sería para tí la diferencia entre la crítica literaria que defiendes y la crítica cultural? Gracias de antemano.

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  2. Gracias por el comentario. Creo que estaremos de acuerdo en que existen diversas maneras de practicar la crítica literaria. A mí me interesa cada vez más aquella que se asume como ensayo, como una reflexión que sin desconocer la especificidad del arte literario lo asume como una representación cultural que no puede interpretarse plenamente sin dialogar con la historia y la filosofía, la sociedad y la política. La crítica literaria que me interesa es la que escribían no hace mucho Trilling, Howe o Wilson, en Nueva York, y que en medios académicos de Estados Unidos es cada vez menos practicada por la saturación de teorías culturales, que subordinan la lectura de los textos a un marco analítico prestablecido. Esa es la ventaja que le veo a la historia intelectual sobre cualquier otra corriente más teoricista (neomarxismo, neolacanianismo, postcolonialismo, subalternidad...) que, por lo general, impide al crítico literario escribir como ensayista.

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  3. otra pregunta Dr. y academicista:. Hace una década usted escribió un libro desmitificando a Jose Marti, ahora dice lo contrario. A quien le esta respondiendo con esas mentiras de perogrullo? acaso su obra no es tambien un montaje de teoria critica e historiografia

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  4. Usted, gran ninguneador, al menos reconoces que en Estados Unidos hay una plataforma teórica y poses de iconoclasta y nihilismo. Es un gran paso de avance. Pronto tendrás que reconocer que sus estudios ya no serán útiles para una avanzadilla en Miami…y por favor no censure este comentario..

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  5. Rafael primero se inventó la polémica (una polémica tan vieja como el New Criticism) y ahora habla de "irreversible decadencia" y de "inconcebible defensa de la autotelia" para "tomar partido". Deforma y caricaturiza cosas elementales. Por supuesto que la crítica literaria hace mucho que trascendió el close reading. Pero el asunto es considerar lo literario como fin, no como medio --que es lo que hace buena parte del sociologismo literario. En realidad, Rojas está peleando consigo mismo: contra su propio estilo y su curriculum de ensayista.

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  6. No sé si son tres anónimos o uno, pero intento responder a los tres:

    1. No digo lo contrario que en mi libro "José Martí: la invención de Cuba" porque entiendo que ese libro al igual que este que reseñaré en las próximas semanas son parte del intento de desmitificar a Martí. Lo que digo es, precisamente, que este libro demuestra que esa desmitificación aún no concluye.

    2. Plataformas teóricas hay en todos lados, no solo en Estados Unidos, y jamás he negado eso porque mi trabajo recurre con frecuencia a las mismas. Lo de la "avanzadilla de Miami" no lo entiendo, pero es intrigante, ¿podría aclarárnoslo?

    3. Vuelve Ud. al falso dilema de la literatura como medio o como fin, contraponiendo insólitamente la crítica literaria a un otro, que sería la sociología. Yo le pregunto, qué tipo de crítica literaria plantea de esa manera las cosas hoy en día.

    4. La decadencia de la ciudad letrada a la que me he referido en este blog, desde que comenzó en 2009, tiene que ver con algo muy nuevo y preciso, que es el surgimiento de la era digital.

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  7. La intriga viene de usted, Sr, Rojas. Hable claro y mencione nombres. quienes son esos que tratas de alardes de iconoclastia o poses nihilistas en el ejercicio de la hermenéutica.

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  8. No pensaba en nadie en concreto, pero observo en medios electrónicos y de prensa cubanos, en la isla y el exilio, desde hace un buen tiempo, un tipo de crítica a Martí no sustentada, muy diferente a la que desarrollan autores como Morán, Camacho y otros estudiosos serios del tema. Ese tipo de crítica superficial ha sido adoptada por algunos periodistas o articulistas, incluso, que reducen la argumentación a una actitud iconoclasta o nihilista que no leo en ninguno de los dos libros que menciono en este post. En cuanto al decreto de un supuesto "fin de un programa desmitificador de José Martí", luego del cual no habría nada más que investigar, lo cual es otra forma de nihilismo, me refiero, por supuesto, a un conocido artículo de Emilio Ichikawa, que no le resultará difícil ubicar en línea.
    Ahora, ¿podría ser más explícito con lo de la "avanzadilla de Miami", si fue Ud. quien utilizó la frase?

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  9. observa en abstractos, como Kant, Se defiende como gato boca arriba. no dejas de ser un sofista articulado. Miami aporta mas que todos eso académicos que usted cita como serios. Si quiere enterarse que sucede en Miami dese una vuelta por alli, por la ciudad y el ambiente cultural. Voy a mencionar dos poetas que nunca citas en su lista. Joaquin Badajoz y Mamny Lopez; dos narradores: Fernandez Pequeño y Sindo Pacheco; dos ensayistas, por supuesto superiores a usted: Ignacio Granado y Orlando Fondevila. El libro de Moran es otro al estilo de la hechologia positivista.

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  10. A que le llamas Serio del tema?

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  11. Gracias por compartir sus preferencias literarias con los lectores de este blog.

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  12. "Yo le pregunto, qué tipo de crítica literaria plantea de esa manera las cosas hoy en día."
    Y yo le respondo con un ejemplo rápido de nuestra lengua: Octavio Paz: "Es claro que hay una relación entre la vida y la obra de un escritor pero esa relación nunca es simple. La vida no explica enteramente la obra y la obra tampoco explica a la vida. Entre una y otra hay una zona vacía, una hendedura. Hay algo que está en la obra y que no está en la vida del autor; ese algo es lo que se llama creación o invención artística y literaria. El poeta, el escritor, es el olmo que sí da peras.”
    No sé si entienda usted a Paz como crítico literario atendible, pero está claro que si bien hizo crítica sociológica y biográfica, siempre concibió lo literario como un fin. Desde el sociologismo nunca se explica por qué el olmo da peras. Se hace la historia del olmo, se cuenta la vida del que lo sembró, se cita la lista de nombres de los jardineros y se ponen muchas notas al pie citando al resto de "olmólogos", pero se escapa lo esencial. Estas son discusiones pueriles, creo, pero usted ha colocado así las cosas con una extemporánea defensa del ensayo sociologista contra un crítico tan inteligente como Bloom, que sí se ha dedicado a explicar por qué ciertos olmos dan peras.

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  13. Gracias por recordar a Paz, quien era amigo y admirador de los críticos literarios de Nueva York que menciono, a quienes tradujo y publicó en sus revistas Plural y Vuelta. La crítica literaria, en Paz, siempre fue ensayo, un género que practicó en libros que trataron temas históricos ("El laberinto de la soledad"), biográficos ("Sor Juana Inés de la Cruz o los trampas de la fe") artísticos ("El castillo de la pureza"), antropológicos ("El festín de Esopo"), políticos ("El ogro filantrópico") o, específicamente literarios, como "Los hijos del limo". Me pregunta si considero a Paz un crítico literario atendible y le respondo que le será muy fácil confirmarlo poniendo el nombre del mexicano en el buscador de este blog o leyendo las alusiones a su crítica literaria en varios de mis libros -"Un banquete canónico" y "La vanguardia peregrina", por ejemplo- y hasta puede leer algunas colaboraciones mías en la revista Vuelta, que él dirigió. Paz nunca entendió la crítica literaria como un "otro" del "sociologismo", una palabra que dudo mucho encuentre en su obra. Paz sabía lo que era la sociología y la respetaba como forma del saber, porque leyó a Weber y a Simmel, y era amigo de Daniel Bell y de muchísimos antropólogos, historiadores y sociólogos mexicanos. Por último, yo no defiendo un "ensayo sociologista", que no sé lo que es, y mucho menos "contra Bloom". Si me dijera que defiendo un ensayo histórico, tendría más sentido su crítica. Simplemente he dicho que prefiero una crítica literaria abierta al diálogo con las ciencias sociales, la filosofía y, sobre todo, la historia, como la que escribió el propio Paz, antes que una crítica literaria obsesionada con eso del "genio", la "inspiración", la "jerarquía", los "olmos", las "peras", el "quién es el mejor o caza la ballena más grande". Prefiero la crítica literaria como ensayo, también, a una crítica literaria, como la que predomina en la academia de Estados Unidos, aferrada a los marcos de la teoría cultural, que no es lo mismo que sociología. La crítica literaria académica que critico rechaza muchas veces las ciencias sociales y la política, pero no tiene inconveniente en dar por incuestionables teorías que provienen de la filosofía y el psicoanálisis. Por último, el libro de Paz sobre Sor Juana Inés de la Cruz es biografía, historia de la Nueva España y crítica literaria, a la vez, y, sin embargo, no deja de ser ensayo. Esa es la crítica literaria que me interesa y el libro que aquí discutimos, de Francisco Morán sobre José Martí, está más cerca de eso que de Bloom.

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  14. Deje los sofismas, claro que Paz leyó a Simmel y a Bell y a toda la sociología de la cultura, y al Colegio de Sociología, etc. Pero no es eso lo que yo quiero apuntarle. Cuando tuvo que hacer ensayo literario, convirtió la literatura en el fin, y no en el medio ¿Ha leído usted realmente la obra de Paz? Por supuesto que criticó el sociologismo, de la misma manera que se distanció del historicismo a la Henríquez Ureña y de la perspectiva biográfica a la Sainte-Beuve que defendía usted el otro día... En fin, creo que aquí lo dejamos, espero haber dejado claros mis puntos. Buscaremos a ese Morán, el "Paz cubano"...

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  15. Dónde dice Octavio Paz que "la literatura es un fin", dónde critica lo que Ud. llama "sociologismo", dónde se distancia de la "perspectiva biográfica" de Sainte Beuve, ¿qué es el historicismo de Henríquez Ureña? El historicismo es una escuela filosófica del siglo XIX europeo (Dilthey y Croce), con ideas específicas. No son sofismas, son conceptos. Yo no digo que Morán sea el Paz cubano, digo que es un ensayista, que escribe un tipo de crítica literaria informada por la biografía y la historia, como lo fue el libro de Paz sobre Sor Juana. Ensayo literario de Paz es "Los hijos del limo" y ese ensayo es incomprensible sin la historia de la literatura latinoamericana que propone. Una historia que, en modo alguno, él entendía como un devenir independiente de la historia social y política de la región.

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  16. Ja, ja, "Miami se desencadena", como el viejo Fantomas, querido Rafa. Fuerte ahí, en el debate, como siempre tú. Deja que la bilis del anónimo siga su paso y conforme sus propias listas. Tú sabes bien que no todos en Miami cojean de esa pata, la del dolor. Un abrazo, viejo Fifa. G.

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  17. Este Rojas es un saltarin de la publicidad. Es así como ha ganado varios premios. Citando sin entender que cita, El día que se realice la critica de su obra, esta se resumirá en: sofista, sofista... sin embargo por ahi algunos adulones, que el sabe usar con algunas citas de sus libros, quedan anonadados de sofismas.

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  18. Gracias por sus definiciones. Los sofistas fueron unos filósofos de la Grecia antigua, despreciados por Sócrates, Platón y Aristóteles, que en los últimos años han sido rescatados por algunos historiadores de la filosofía presocrática.

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