En algunas capitales culturales, como Nueva York o París, Londres o Buenos Aires, Madrid o la Ciudad de México, la crítica literaria nunca ha dejado de ser parte del género ensayístico y nunca ha pretendido divorciarse de la filosofía, la historia o el pensamiento social y político. Tal vez, esas distinciones tengan sentido para algunos profesores de literatura -realmente conozco muy pocos con esos prejuicios-, interesados, por alguna razón seguramente más mundana que la que arguyen, en parcelar escrituras y saberes.
Recientemente, dos académicos norteamericanos, el historiador Louis Menand y el ya comentado estudioso de la literatura Lawrence Buell, profesor de Harvard, y el crítico mexicano Christopher Domínguez Michael, uno de los más fieles seguidores de esa tradición en Iberoamérica, se han encargado de recordar que el tipo de crítica literaria que, entre los años 30 y 60, escribían autores como Lionel Trilling y Edmund Wilson, jamás postuló el conocimiento sobre la sociedad y el Estado, la historia, la filosofía o, incluso, la política, como mundos ajenos a la literatura.
Como recuerda Menand, el libro clásico de Trilling, The Liberal Imagination (1950), trató temas tan diversos como la neurosis y el capitalismo, el dinero y la ciudad, por medio de ensayos en los que el crítico se adentraba en la literatura de diversas épocas y estilos: Mark Twain y Rudyard Kipling, Sigmund Freud y Scott Fitzgerald, Sherwood Anderson y Henry James. En modo alguno, ese corpus heterogéneo de lecturas e interpretaciones tenía que ver con la ausencia de discernimiento estético o de preferencias estilísticas en el estudio de la literatura.
Pocos años después del estudio de Trilling, Anchor Books publicó los Eight Essays (1954) de Edmund Wilson, en los que se reiteraba una idea similar del arte de la crítica literaria. Wilson estudiaba a un grupo más heterogéneo aún de escritores: Bernard Shaw y Charles Dickens, el Marqués de Sade y A. E. Housman, Ernest Hemingway y Harold Laski. En este libro inorgánico de Wilson -¿qué libro de Wilson o de Trilling no fue, de algún modo, inorgánico?- se leían e interpretaban novelistas, ensayistas, dramaturgos, críticos y hasta políticos como Abraham Lincoln y Theodore Roosevelt.
Los textos críticos de estos autores intentaban articular, en un mismo público, la audiencia universitaria y los lectores de periódicos y revistas. Es cierto que ambos tuvieron detrás, además de universidades como Columbia y Princeton, publicaciones de ese microcosmos que era y sigue siendo Nueva York, como Partisan Review y el New Yorker. Hablamos de los años en que en cualquiera de esas revistas y universidades se escuchaba o se leía a Jacques Barzun o a Hannah Arendt.
Pero como bien recuerdan Menand, Buell y Domínguez Michael, esa manera de entender la literatura y la crítica literaria no era ni es exclusiva de Nueva York. Me temo que quienes piensan que es imposible trabajar con corpus estéticamente heterogéneos de escritores o con ideas sociales y políticas, que ven extrañamente adheridas a algo que llaman "sociología", desconocen o desprecian este tipo de crítica literaria. Es muy alentador que haya académicos como Menand y Buell resueltos a recobrar esa tradición en la vida universitaria de Estados Unidos.
La diferencia entre crítica literaria y sociología de la literatura, más allá de las etiquetas históricas o los ejemplos, no es tan difícil de entender: la crítica considera la literatura como un fin en sí mismo, la sociología como un medio. No es que sea imposible ni desdeñable trabajar con esos "corpus estéticamente heterogéneos de escritores o con ideas sociales y políticas", es que son cosas diferentes. Por eso Bloom se oponía a Trilling.
ResponderEliminarO sea que, según Ud., Bloom personifica la "crítica literaria" y Trilling la "sociología de la literatura". Permítame decirle que esa clasificación no se maneja, que yo sepa, en ningún medio de la crítica literaria o de los estudios académicos de la literatura en Estados Unidos. De hecho, como crítico literario -escritura de reseñas, artículos de ocasión, semblanzas o biografías de escritores contemporáneos...- Trilling, en Nueva York, tuvo una mayor actividad que la que ha tenido Bloom en Yale, cuyo perfil ha sido siempre más académico.Trilling fue siempre considerado, incluso por el propio Bloom, como un crítico literario, no como un sociólogo, porque Bloom sabe perfectamente lo que es la sociología. No sólo en Estados Unidos, también en América Latina, Trilling fue leído como crítico literario no como sociólogo -sociólogos eran C. Wright Mills o Daniel Bell- por Octavio Paz en México o por José Rodríguez Feo, en Cuba, quien lo tradujo en Ciclón y quien, por cierto, se apoyó en él para algunos de sus ensayos sobre la literatura norteamericana. De acuerdo con su rígida clasificación, Rodríguez Feo tampoco sería un crítico literario, sería un sociólogo de la literatura. Ud. no parece entender que desde los tiempos de Sainte Beuve hay críticos literarios que no conciben la "literatura como un fin en si mismo". De hecho son mayoría los críticos literarios que han entendido la literatura como un mundo trascendido por la moral, la religión, la filosofía, la ideología, la política o la vida, como pensaba Rimbaud.
ResponderEliminarProfesor Rojas, he observado que en las discusiones, debates o disquisiciones, usted tiene la desafortunada tendencia a sugerir el "Ud. no parece entender..." Es decir, cualquier diferencia de criterio o discrepancia con usted es producto de la falta de comprensión del "otro". ¿Se considera Ud. infalible? Esto sin entrar a considerar la arista del mal gusto de su actitud.
ResponderEliminarGracias por preocuparse por la corrección política de mi lenguaje, pero de eso se trata un debate. El primer anónimo me dice que yo no entiendo una diferencia entre "sociología y crítica literaria" que, a su juicio, "no es difícil de entender". Yo le respondo que quien no parece entender es él. Perdón si el verbo le parece "desafortunado" y de "mal gusto".
ResponderEliminarRafelito a que viene este articulo, es que hay otros autores por ahí que estan cultivando el genero mejor que usted y los ningunea?
ResponderEliminarGracias por el diminutivo, pero podría aclararnos a mí y a los lectores de este blog a qué autores "ninguneo".
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