se
derrumban los días, la fe, las previsiones.
En
el último valle la destrucción se sacia
en
ciudades vencidas que la ceniza afrenta.
La
lluvia extingue
el
bosque iluminado por el relámpago.
La
noche deja su veneno.
Las
palabras se rompen contra el aire.
Nada
se restituye, nada otorga
el
verdor a los campos calcinados.
Ni
el agua en su destierro
sucederá
a la fuente
ni
los huesos del águila
volverán
por sus alas.
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