El poeta Wystan Hugh
Auden (1907-1973), nacido en York, Inglaterra, y naturalizado estadounidense en
1946, fue, luego de las principales figuras del modernismo norteamericano (T.
S. Eliot, Ezra Pound, Wallace Stevens, William Carlos Williams…), uno de los
poetas de lengua inglesa que más interés despertó entre los escritores cubanos
de los años 50 y 60.
La poesía de Auden
que llamó la atención de sus contemporáneos en la isla fue la escrita luego de
su traslado a Estados Unidos en 1939. Son
los años en que el poeta hace suyo un tono antitotalitario, que cuestionaba, en
una misma perspectiva crítica, el nazismo, el comunismo y las democracias
burocratizadas de Occidente. Los años, también, en que con su pareja Christopher
Isherwood escribe teatro y asume públicamente su homosexualidad, luego de su
matrimonio con Erika Mann, la hija de Thomas Mann.
Auden, lo mismo que
Dylan Thomas y, un poco más adelante, los poetas beats (Ginsberg, Ferlinghetti, McClure…), fue leído como parte de
una secuela del modernismo que criticaba esa tradición y se acercaba a la
postulación de una nueva vanguardia. La lectura de Freud, el psicoanálisis y el
existencialismo, colocó a Auden en un flanco de la literatura de postguerra,
muy atractivo para los escritores reunidos en torno a la revista Ciclón (1955-57) y el magazine Lunes de Revolución (1959-61), que
libraban su propia batalla contra una suerte de modernismo a la cubana, que
veían personificado en Orígenes.
Aunque Auden llegó a publicar en Orígenes -su nota sobre D. H. Lawrence y el poema "Isla del placer" aparecieron allí- es en Ciclón, específicamente en el valioso
número dedicado a Freud, de noviembre de 1956, donde, junto a ensayos de Lionel
Trilling, Manes Sperber, Enrique Collado Portal, Maurice Blanchot y Virgilio
Piñera, aparece su primer poema de largo aliento,“En memoria de Sigmund Freud”, traducido
por José Rodríguez Feo. Allí se leen estos versos:
Así era este doctor:
todavía a los ochenta quería
Preocuparse de
nuestras vidas, a cuyo desenfreno
Tantos posibles y
futuros jóvenes
Con amenazas y
zalamería pedían obediencia.
Mas su deseo no se
cumplió: sus ojos se cerraron
A este último
espectáculo de todos conocido,
De problemas que
como parientes reflejos
Y celosos rodean la
hora de nuestra muerte.
Porque hasta el fin
estaban a su alrededor
Aquellos que habían
estudiado, los nerviosos y las noches,
Y otras sombras que
esperaban entrar
En el círculo
luminoso de su reconocimiento.
En el Lunes de Revolución del 4 de mayo de
1959, Enrique Berros tradujo otros tres poemas de Auden: “Musée des Beaux
Arts”, “En memoria de W. B. Yeats” y “Septiembre 1 de 1939”, uno de sus más
conocidos poemas políticos. En la nota introductoria, Berros se excusaba con el
lector porque la “gracia y la ligereza de algunos fragmentos eran imposibles de
rendir en castellano”. Y remataba: “nuestra lengua no lo admite”. La vehemencia
de “Septiembre 1 de 1939” era, sin embargo, perfectamente traducible en La
Habana de 1959:
Tucídides exiliado
conoció
Todo lo que un
discurso podía decir
Acerca de la
Democracia
Y de lo que hacen
los Dictadores,
La basura anciana
que hablan
A una tumba apática.
Todo lo analizó en
su libro.
El expulsado
esclarecimiento,
El dolor, la
desorganización
Y el luto que forman
hábitos
Debemos padecerlos
una vez más.
En este aire neutral
Donde rascacielos
ciegos usan toda su altura
Para proclamar
La fortaleza del
Hombre Colectivo,
Cada lengua derrama
en vano
Excusas que
compiten.
Pero quién puede
vivir largo tiempo
En su sueño
eufórico.
Desde el espejo nos
miran
Las caras del
Imperialismo
Y de la Injusticia
Internacional.
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