En la retrospectiva de Magritte que puede verse ahora mismo en el Moma se muestran los dos retratos
que el pintor belga hiciera de su amigo, el magnate y poeta escocés, mecenas de
los surrealistas y partidario de la República Española, Edward James. Fue este excéntrico millonario el que propuso
a Buñuel y Dalí comprar un submarino y decorarlo a la manera surrealista, para ponerlo a las órdenes de los republicanos
durante la Guerra Civil.
En uno de los
retratos, Reproducción prohibida (Retrato
de Edward James), el poeta aparece
de espaldas frente a un espejo, que no refleja su rostro sino la nuca que pinta
el pintor. La imposible reproducción a la que se refiere Magritte en el título
alude tanto a ese ocultamiento del rostro como a la imagen invertida del volumen
The Narrative of Arthur Gordon Pyn of
Nantucket de Edgar Allan Poe, lectura de cabecera del propio James y otros poetas surrealistas.
En el otro retrato,
la cara de Edward James tampoco se ve. Se titula El
principio del placer y, como en buena parte de la obra de Magritte, el
título encierra la paradoja conceptual de diluir el rostro del modelo dentro de una
luminosidad propagada más por el principio de la razón -o de la realidad, hegelianamente entendido- que por el del placer. James
sería ese sujeto cuyo semblante se pierde lo mismo, en la profundidad del
espejo, que en las fulguraciones del cerebro.
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