¿Cuándo comenzaron a dialogar los poetas cubanos y
norteamericanos? ¿Cuándo dejaron de hacerlo? ¿Lo hacen aún? Hay una conversación documentable entre José María Heredia y William Cullen Bryant
o entre José Martí y Walt Whitman o entre Nicolás Guillén y Langston Hughes o
entre José Lezama Lima y Ezra Pound o T. S. Eliot o entre Virgilio Piñera y
Wallace Stevens o entre Gastón Baquero y William Carlos Williams o Dylan Thomas o, incluso,
entre Allen Ginsberg y José Mario.
¿Se interrumpió alguna vez esa conversación? ¿Cambió de
sentido, de intensidad, de frecuencia? Dos o tres generaciones de poetas cubanos afincados en
Estados Unidos, entre Juana Rosa Pita y Magaly Alabau, entre Lorenzo García Vega
y Gustavo Pérez Firmat, entre José Kozer y Orlando González Esteva, ofrecen
diversas modalidades de conversación con la gran poesía norteamericana de la
segunda mitad del siglo XX. Sólo falta reconstruirlas.
La historia de ese diálogo, que atraviesa la frontera de dos
lenguas y dos siglos, está por hacer. Sólo quisiera anotar, por ahora, que
dicha historia no sucede únicamente dentro de la poesía exiliada sino que tiene lugar, a su manera, dentro de la poesía escrita en la isla en las últimas
décadas. Pienso, por ejemplo, en las consonancias –reconocidas o no- que se
advierten entre la poesía de Robert Lowell y de Heberto Padilla, de Rita Dove y
Nancy Morejón o, incluso, de Sylvia Plath, Anne Sexton y Reina María Rodríguez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario