En las crónicas sobre Nueva York que José Martí escribió
para periódicos latinoamericanos como La
Nación de Buenos Aires y El Partido
Liberal de México, el sacerdote de que más se habla no es Félix Varela sino
Edward McGlynn, un newyorker
hijo de irlandeses, que en los años 1880 era
párroco de la iglesia de Saint Stephen’s. Por sus ideas liberales, McGlynn fue
expulsado de su curato por el arzobispo Corrigan, pero luego reivindicado,
gracias a la encíclica Rerum Novarum (1891), que fundó la doctrina social del catolicismo moderno.
En enero de 1887, el cura había sido suspendido y enviado a
Roma, a entrevistarse con el Papa León
XIII, bajo amenaza de excomunión. Las
razones por las que la jerarquía eclesiástica estaba molesta con McGlynn eran
muchas, pero el detonante, como describe Mason Gaffney, fue el apoyo que este sacerdote dio a la candidatura, para un puesto de corregidor en la ciudad de Nueva York, del economista y político del Partido Demócrata, Henry George.
McGlynn se entusiasmó tanto con las ideas de George,
expuestas en su libro Progress and
Poverty (1879), que comenzó a hablar en sus misas de la tierra como
propiedad originaria de la nación y del impuesto a la renta como contribución
única de los ciudadanos al Estado, que permitiría una mayor recaudación fiscal
y, por tanto, una mejor distribución del gasto público. En sus crónicas de 1887
para ambos periódicos latinoamericanos, Martí se sumó resueltamente a las ideas
de George y McGlynn.
Cuando seis mil católicos irlandeses se congregan, en la
escuela Cooper Union, a protestar contra la destitución de McGlynn, Martí se
incorpora a la vigilia. “Acabo de verlos, de sentarme a su lado, de desarrugar
para ellos esta alma ceñuda que piedra a piedra y púa a púa elabora el
destierro”. Los juicios de Martí contra la Iglesia Católica, en esas notas, son
rudos. La excomunión de McGlynn y la persecución de las ideas y seguidores de
Henry George le parecen la confirmación de que Roma, bajo el nuevo Papa,
persiste en el antiliberalismo de la famosa encíclica de Pío IX, Quanta Cura, y su infame Syllabus Errorum.
“¿Conque el que sirve a la libertad, no puede servir a la
Iglesia?” –concluye Martí. No hay momento más liberal en el pensamiento
político de José Martí que ese de las escenas norteamericanas. No habría que
olvidar que esas crónicas las escribe el poeta cubano para dos periódicos
emblemáticos del liberalismo latinoamericano, La Nación de Mitre y El
Partido Liberal de Villada. Dos periódicos que representaban los intereses
de gobiernos enfrentados con la Iglesia Católica en Argentina y México.
Desde hace tiempo vengo sospechando de que una parte importante de lo que Martí pensaba sobre economía estaba influenciada por las ideas económicas de esa movimiento político norteamericano de fines del XIX conocido como "Populismo" y que era de origen agrario.
ResponderEliminarJavier Figueroa
Creo que tienes razón, Javier. Hay mucho de ese populismo agrario en Martí, mezclado, además, con la influencia de Emerson, Thoreau y los trascendentalistas de Concord. Pero lo que me parece más interesante aún es que Martí acomodaba esas lecturas a su fuerte identidad con los liberales latinoamericanos de su generación. Ahí parece estar una de las claves de su pensamiento: el diálogo y la traducción entre dos mundos filosóficos y culturales muy distintos, entonces y ahora: el de Estados Unidos y el de América Latina.
ResponderEliminarSí. Se puede decir que era un fisiócrata-liberal. Pero sobre todo fisiócrata, lo que se ve incluso en su poesía. Saludos.
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