El artista ruso Maxim Kantor inició su carrera en las calles de Moscú y Leningrado, a mediados de los 80, en los días del glasnost. Como muchos artistas de esa generación, en cualquier país del bloque soviético -sin excluir a Cuba-, uno de sus primeros gestos fue la creación de un espacio autónomo de sociabilidad cultural, denominado Krasny Dom (Casa Roja), que desde su nombre ilustraba el intento de expropiar al Estado la ideología que usufructuaban sus instituciones políticas.
En los últimos treinta años, la obra de Kantor ha producido una de las reflexiones históricas más rigurosas sobre la experiencia comunista del siglo XX. Una retrospectiva de su obra gráfica en la Fundación Stelline de Milán, que lleva por título Vulcano, una colección suya de 2010, da cuenta de esa vocación de pintar la historia, asimilable al arte político producido por la primera generación postsoviética. El lugar de Kantor en dicha generación es singular y, a la vez, icónico.
A diferencia de otros artistas de su generación, Kantor reivindica más las fuentes del expresionismo alemán y el objetivismo ruso de principios del siglo XX, que del arte del realismo socialista. Este último y, en general, toda la cultura estalinista, aparecen en la obra de Kantor sin las ponderaciones -irónicas o no- de Boris Groys y otros revisionistas de la cultura del estalinismo. A esta crítica del pasado, Kantor agrega una disidencia del régimen de Putin, el cual entiende como destilación de todos los legados imperiales de Rusia.
El catálogo de la muestra de Kantor en Milán aparece con textos del curador Alexander D. Borovsky y del recientemente desaparecido marxista británico Eric Hobsbawm, quien era amigo del filósofo disidente Karl Kantor, padre del artista. Hobsbawm admira en la obra Kantor una conciencia histórica que se aparta del ironismo postmoderno y recupera el rol crítico del artista. Kantor, según Hobsbawm, sería uno de esos intelectuales de nuestro tiempo que sigue creyendo, como Walter Benjamin o E. P. Thompson, en la labor roedora del topo de la historia.
En la crítica al régimen de Putin por Kantor, Hobsbawm ve la denuncia de "la tentación de regresar a los métodos soviéticos combinados con la unión del capitalismo de los delincuentes y el poder corrupto, que siempre trae a la memoria la figura de Stalin". Me pregunto si en otras culturas postsoviéticas, como la polaca, la checa o la cubana, podría encontrarse hoy un arte así de politizado. En caso de que exista, la pregunta sería, entonces, por qué ese arte carece de la visibilidad y la eficacia que distinguen la obra de Kantor.
El topo de la historia, esa criatura que algunos creen dormida, trabaja sumergidamente en la demolición de las paredes de la sociedad y del Estado. Kantor es de los que piensa que la crisis actual no es únicamente económica y que la misma no sólo afecta a las sociedades avanzadas del planeta, sino a los estados autoritarios que, como el ruso o el chino, se afianzan sobre economías artificiales y excluyentes, que acumulan pobreza en un grado inimaginable, desde los patrones del capitalismo industrial o financiero de los dos últimos siglos.
El Estado es para Kantor ese enorme Leviatán rojo, dibujado en círculos concéntricos de sujetos y masas, hacinados como muescas de un engranaje monstruoso. La lectura del siglo XX que se desprende de esta obra poco tiene que ver con las nostalgias del neocomunismo o con el cinismo del fin de la historia. El pasado cuenta, sobre todo, a la hora de sumar cadáveres. El comunismo no fue sólo una bella idea, traicionada por líderes ambiciosos. Fue una realidad totalitaria, de aniquilamiento racional de millones de seres humanos.
Magnífico tu enfoque de Kantor, Rafael. No sé si conozcas su libro mayúsculo Manual de dibujo, un pase de cuentas extraordinario a la intelligentsia rusa de los noventa y los primeros 2000. No cuesta emparentarla con las grandes novelas rusas del xix y xx y no solo por su extensión, casi 2.000 pp., sino por la hondura filosófica y la descripción "total" del paisaje sociocultural.
ResponderEliminarSí me permito una precisión que no es ociosa a la hora de valorar a Kantor: ya en 1982 y 1983 era un activista relevsnte en los medios disidentes/underground, es decir, antes de que Gorbachov auspiciara la glasnost...
Gracias, Jorge, no, no conozco su obra literaria, que parece muy interesante a juzgar por su página web. Sobre la precisión que haces, tienes razón, ya que fue, por lo visto, en esos años, 82 y 83, que impulsó el proyecto de Krasny Dom en Moscú. En efecto, antes de la llagada de Gorbachov al poder.
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