Hace poco menos de un siglo, en una conocida polémica con
Víctor Raúl Haya de la Torre y el APRA, que estremeció la Primera Conferencia
Comunista Latinoamericana de Buenos Aires, en 1929, el marxista peruano José Carlos
Mariátegui formuló una de las críticas mejor razonadas del “antimperialismo”
como discurso hegemónico de las izquierdas nacionalistas y populistas de la
región.
La crítica de Mariátegui, que partía de un cuestionamiento
de la exageración sobre los elementos coloniales de las repúblicas
latinoamericanas -¡en 1929!-, sigue siendo válida para la impugnación de
los populismos latinoamericanos, lo mismo desde una perspectiva marxista que desde otra liberal. Ni liberales ni marxistas hacen del antimperialismo, es
decir, de la confrontación con Estados Unidos, el eje de sus políticas.
Así como para los liberales –hablo de los liberales clásicos
o contemporáneos, no de los neoliberales- lo decisivo en América Latina no es
la dependencia sino el gobierno representativo, la división de poderes, el
sistema de partidos o la rendición de cuentas, para las pocas izquierdas
marxistas que sobreviven a principios del siglo XXI, en medio de la ola neopopulista, lo fundamental es la
distribución equitativa del ingreso, la igualdad de oportunidades, la justicia
social y el combate a la pobreza, el hambre y la exclusión.
Decía Mariátegui:
“El antimperialismo, para nosotros, no constituye ni puede
constituir por sí solo un programa político, un movimiento de masas apto para
la conquista del poder. El antimperialismo, admitido que pudiese movilizar al
lado de las masas obreras y campesinas, a la burguesía y a la pequeña burguesía
nacionalistas no anula el antagonismo entre las clases, ni suprime las
diferencias de intereses”.
Y agregaba:
“¿Qué cosa puede oponer a la penetración capitalista la más
demagógica pequeña burguesía? Nada, sino palabras. Nada, sino una temporal
borrachera nacionalista. El asalto al poder por el antimperialismo, como
movimiento demagógico populista, si fuese posible, no representaría nunca la
conquista del poder, por las masas proletarias, por el socialismo”.
El imperialismo es hacedor de antiimperialismos y de populismos. De manera que lo más factible, de acuerdo a la lógica, sería luchar de manera radical contra la causa que origina la demagogia populista. Atacar, Mariátegui mediante, el populismo latinoamericano sin una crítica meridiana al imperialismo resulta, cuando menos, tendencioso y oportunista.
ResponderEliminarEl antimperialismo ha de ser transitorio, aun cuando la fuenta permanezca. Puede usarsele ya que "admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obreras y campesinas". Pero una vez logrado esto, podra dejarse a un lado sin desmovilizarles? Por otra parte, como el imperialismo da razones mas que suficiente para oponerseles, el antimperialismo bregador de la Revolucion Cubana puede terminar por contribuir a exponerlo que es de lo que se trata.
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