Ahora que crece el interés en el estudio de la cuestión racial en José Martí, como prueban algunos ensayos recientes de Jorge L. Camacho, Laura Lomas y Jossianna Arroyo, y que se discute dentro y fuera de la isla el centenario de la masacre de los "independientes de color", recuerdo la entrevista de Martí y Gómez con el periodista norteamericano, William Shaw Bowen, el 7 de mayo de 1895, dos días después de la famosa reunión con Antonio Maceo en La Mejorana. En aquella entrevista, publicaba en el New York World y rescatada por Gonzalo de Quesada y Miranda en un artículo de junio de 1938, en Bohemia, y luego incluida en su libro Facetas de Martí (1939), Bowen retrataba un Martí "en buena cabalgadura y un rostro tostado del sol", con la "misma facilidad oratoria que hizo resonar al Hardman Hall con su voz".
A una observación de Bowen sobre el hecho de que la mayoría de los quinientos hombres de Gómez eran de color, Martí respondió que uno de los objetivos de extender la guerra hacia Puerto Príncipe, Las Villas y el centro de la isla era lograr que "más cubanos blancos fuesen a la manigua". A Martí, por lo visto, le preocupaba tanto el regionalismo que podía generar un levantamiento concentrado sólo en el Oriente como una mayoría negra en el Ejército Libertador. Es por ello que declara al corresponsal de Nueva York: "los nobles patriotas de la raza de color se están levantando en armas en todas partes. No podemos aceptar que la guerra se limite a ellos. Hay muchos blancos en la manigua, pero su número no se acerca al de los soldados de color de la República".
En esa misma entrevista, Martí responsabiliza a Julio Sanguily por el fracaso del levantamiento en Occidente: "estoy muy satisfecho con la situación en general. El no haber organizado Sanguily la revolución cerca de La Habana fue una decepción. No me agrada hacer graves cargos contra él, pero hay algo extraño en su conducta. Espero que no haya sido un traidor a nuestra causa". Tomadas al pie de la letra, como las sagradas palabras del Apóstol, estas declaraciones han llevado a algunos historiadores oficiales a juzgar a Sanguily como "traidor", a pesar de su arresto el mismo 24 de febrero de 1895, su condena a cadena perpetua y su posterior deportación de la isla.
La incomodidad de las declaraciones de Martí dentro de las tradiciones intelectuales nacionalistas y marxistas en Cuba puede comprobarse en el libro Martí y los negros (1947), de Armando Guerra, prologado por Juan Marinello. A pesar de presentarse como un exhaustivo recorrido por los juicios de Martí sobre la cuestión racial y, específicamente, sobre la población negra y mulata de la isla, y de haber sido escrito después de la publicación de la citada entrevista, Guerra prefirió no referirse a las declaraciones de Martí a Bowen. Es muy raro que Guerra o Marinello no conocieran el artículo de Quesada en Bohemia o el libro Facetas de Martí, editado por Emeterio Santovenia en Trópico diez años antes de la publicación de Martí y los negros.
...entonces Elpidio Valdés debia ser por lo menos mulatico...
ResponderEliminarRafa, gracias por recordar esta entrevista, que en efecto, es muy ilustrativa de las tensiones y las preocupaciones de Martí. Los compiladores de las “obras completas” de Martí siempre han pasado por alto las entrevista que Martí dio a diferentes reporteros en los Estados Unidos. Ese Martí ‘verbatim’ nadie lo cita ni le importa. Es como si ‘todo’ Martí fuera únicamente lo que él escribió, pero no lo que él dijo a la prensa, lo que dibujó en sus cuadernos o tradujo al inglés. Es un gran defecto de eso que llamamos “obras completas” que ya de por sí es un gran eufemismo, y que por supuesto, también ha pasado con otros autores. En el caso de Martí sin embargo, creo que es una omisión imperdonable.
ResponderEliminarJorge L Camacho
Dudo que las palabras de Martí citadas por Bowen sean al pie de la letra, mas bien una interpretación, recordada a medias y probablemente malentendida, de las palabras de Martí. Imposible que Martí hubiera calificado a Sanguily de "traidor" en plena manigua y delante de los veteranos del '68. Acuérdense, por algo se llamaba "the yellow press" (prensa sensacionalista).
ResponderEliminarY algo sobre Laura Lomas y la cuestión de Martí y los negros, del José Martí Blog, donde le he dedicado cinco artículos a sus escritos martianos (o mejor dicho, anti-martianos):
ResponderEliminarWere I to pick the most offensive reference to Martí in Translating Empire, it would be a toss up between Lomas' intuition that Martí felt "a scarcely dissimulated envy and frustration" towards more financially successful North American writers, and this: "Had Martí lived anywhere besides the racially terrifying center of imperial modernity, Martí may not have assumed the explicitly anti-racist stance that Afro-Antilleans such as Rafael Serra, Sotero Figueroa, Antonio Maceo, and Juan Gualberto Gómez included at the heart of their pro-independence organizing." Lomas is speculating that Serra, Figueroa, Maceo and Juan Gualberto Gómez, Martí's colleagues but also his subordinates in the organization of the Cuban Revolutionary Party, were more advanced than was Martí on racial matters (presumably because of their race) and had to win Martí over to the "explicitly anti-racist stance" that "was at the heart of their [not Martí's] pro-independence organizing;" and that, even then, if Martí had "lived anywhere besides the racially terrifying center of imperial modernity" [the United States] he might not have "assumed the explicitly anti-racist stance [of the] Afro-Antilleans." What position, then, would he have assumed? Would he have been implicitly anti-racist, covertly anti-racist, mildly anti-racist, or not anti-racist at all? To admit the possibility that under certain circumstances Martí might not have assumed an explicitly anti-racist position or to suggest that he adopted that position situationally or opportunistically is as great a defamation as to assert that he was in fact a closeted racist. Martí is not Lincoln. The "Great Emancipator" may have needed Frederick Douglass to move his heart and conscience, but Martí had no need of anyone to inculcate in him the evident fact of the brotherhood of man. This is so much a part of the essential Martí that it would be impossible to conceive of him in any other sense; impossible, that is, for anyone but Lomas, whose attitudes towards race and color are decidedly her own and very strange.
Lomas writes with pride that her "mother ... taught [her] at a young age that we are all mongrels." Yes, that is a precious legacy though from the photograph on the back cover we deduce that the "mongrel" strains in her ancestry are Basque, Celtic and Goth. For Lomas, there is no such thing as a white Cuban, and she certainly will not be the exception. (The exception -- there is one -- is Tomás Estrada Palma, but he's referred to as "white" not so much anthropologically as to show Lomas' great disdain for him). Cubans to her are either black or "light-skinned Creoles" (who are almost always also "light-skinned elites"). She even refers to José Martí and Gonzalo de Quesada as "light-skinned Cubans" and compares Martí's physiognomy to that of a "a light-skinned man of color." Color is light and virtue to her and the absence of pigmentation a curse. If this sounds a bit familiar, it should: it is the photo-negative of the Legend of Ham. Irene A. Wright, who cannot be compared to Lomas in any other regard, also believed that there were no white Cubans ["Natives -- that is, Cubans,-- are Negroid. Some 'pass for white,' as the illuminative colloquial expression has it. Some, possibly, are white; few, however, would care to produce their lineage to scrutiny close enough to prove it. Only Americans think any the less of the Cuban because he is, if not colored, at least tinted"]. Wright's excuse is that she wrote in 1911, and Lomas' excuse, I suppose, is that she writes in 2011.