Una buena prueba de la identificación de Taber con la
Revolución fue el texto “Playa Girón. Réquiem al Imperialismo”, uno de los
artículos más radicales de la serie de varios tomos Playa Girón. Derrota del imperialismo (La Habana, Ediciones R.,
1962). La nota se encuentra en el segundo de aquellos volúmenes, publicados por
la mítica editorial que dirigió Virgilio Piñera, y trasmite una identificación
con la guerra, mayor que la que sintieron algunos intelectuales revolucionarios
cubanos. Decía Taber, por ejemplo, que la “historia registrará las batallas de
la Ciénaga de Zapata como el Waterloo de ese gran poder imperial que son los
Estados Unidos de América”. La intervención de Estados Unidos en Cuba era,
según Taber, el inicio de un traslado de la Guerra Fría a América Latina en el
que Estados Unidos quedaría desenmascarado y derrotado.
Al principio, la guerra le parece un juego: “magnífica
guerra, me dije, con visitas a lugares interesantes y ataques aéreos por la
mañana, y tiempo para salir a almorzar como un antiguo generalote chino”. Luego
ve el horror, la muerte y la sangre.
Es interesante hacer una lectura paralela de la visión de
Taber sobre Girón y la de Guillermo Cabrera Infante, en su texto de calculada distancia, “La
letra con sangre”, en el mismo volumen. Casi todos los escritores afiliados al
suplemento Lunes de Revolución
participaron en los combates de Playa Larga y Playa Girón y escribieron
crónicas o reportajes sobre los mismos. Sus textos en la citada serie, editada por R, han quedado como un buen
testimonio de la adhesión de aquellos escritores al gobierno revolucionario.
Una adhesión que, por varios años, sobrevivió a la clausura de Lunes de Revolución. El texto de Cabrera Infante tiene notables coincidencias con el de Robert Taber:
“Fue una guerra rara. Yo no sé mucho de guerras, pero me
parece que fue una guerra rara: uno se encontraba con el enemigo cuando lo
tenía encima y no lo veía más que en el momento en que lo más probable era que
no lo viera nunca más”.
Como Taber, Cabrera Infante vio muertos:
“Fue entonces que comencé a reflexionar: reflexioné sobre la
guerra, pero no sobre la guerra en abstracto, ni sobre el pacifismo en
abstracto, ni sobre la repetición de las guerras, ni sobre el carácter guerrero
del hombre: nada, nada, nada en esa metafísica de la mierda en que todo se
convierte en ideas, en abstracción sobre abstracción, reflexioné en lo que me
rodeaba: en los amigos, en Cuba, en aquel pobre hombre muerto, la dulce
tarde, en el ruido de la guerra que se alejaba y recordé una frase. Recordé una
frase de Von Klausewitz, un teórico de la guerra, un hombre que pensó mucho en
las guerras, aunque no me gustara todo lo que él pensó sobre las guerras, pero
pensé en ese pensamiento de Von Klausewitz que dice que la guerra es una
continuación de la política de la paz por otros medios. Pensé que tenía razón,
que aquella guerra lo demostraba una vez más: una política rapaz de la paz era
continuada rapazmente en la guerra: el imperialismo voraz entraba vorazmente en
la guerra porque no podía continuar su voracidad en Cuba: los piratas
capitalistas que antes tenían una política miserable, ávida, en la
paz, continuaban esa política con la guerra: el imperialismo yanqui que no
había podido seguir dominando a Cuba por medio de la paz, venía ahora a tratar
de dominar por medio de la guerra. Tan simple como eso….”
Pero no dejó de pensar que fue una guerra rara:
“Fue una guerra rara. Se luchó a lo largo de una carretera,
en un frente que tenía el ancho de la carretera. El enemigo estaba bien armado,
pero no peleó, sino que se retiró a lo largo de la carretera. Había llegado,
habían visto y en 72 horas estaban vencidos”.
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