En las dos últimas décadas ha avanzado considerablemente el
estudio de la Nueva Izquierda de los años 60 y 70 y sus relaciones con la
Revolución Cubana. Autores como Van Gosse en Where the Boys Are (1993), Kepa
Artaraz en Cuba and Western Intellectuals since 1959 (2009) y Todd F. Tietchen
en Cubalogues (2010) han reconstruido
los debates sobre Cuba en la opinión pública norteamericana, francesa y
británica durante los primeros años de la Revolución, el Fair Play for Cuba
Committee y la fascinación inicial de los poetas de la Beat Generation con el
socialismo insular.
Sin
embargo, sólo el último de estos autores, Tietchen, incluye plenamente dentro
de esa historia la desilusión de muchos de aquellos artistas, escritores e
intelectuales, que celebraron la Revolución Cubana a principios de los 60, pero
que a partir de mediados de esa década, como Allen Ginsberg, y más claramente a
partir del caso Padilla, como Jean Paul Sartre y tantos otros, se posicionaron
críticamente frente a los elementos autoritarios, homófobos y conservadores del
régimen insular. Van Gosse y Artaraz no son inconscientes de esa desilusión, pero se centran en el momento
del entusiasmo.
En casi
todas las ramas de la Nueva Izquierda Occidental (los Black Panthers, las
feministas, el movimiento gay, los existencialistas y estructuralistas
franceses, los estudiantes del 68, Monthly
Review y The New Left Review…) se
pueden rastrear historias de desencanto con el socialismo cubano. ¿No son esas
historias parte de la relación intelectual entre la Revolución Cubana y la
izquierda occidental? La exclusión o el silenciamiento deliberados de las
mismas sólo buscan contar una historia sin conflictos, que sirva para sostener la política y el discurso de la “solidaridad” en el presente.
Artaraz,
por ejemplo, no menciona las expulsiones de Allen Ginsberg u Oscar Lewis de Cuba ¿No
fueron esas deportaciones, símbolos del desencuentro entre distintas ideas del
socialismo en la izquierda occidental? ¿No es tan importante, para una historia
del lugar de Cuba en aquella izquierda, la reconstrucción del proyecto
editorial de Pensamiento Crítico como
la documentación de su clausura? ¿Por qué dedicar varias páginas a describir el
Congreso Cultural de La Habana de 1968 y apenas mencionar su antítesis, el
Primer Congreso de Educación y Cultura de 1971, que tuvo consecuencias
ideológicas e institucionales más persistentes?
Uno de los
peores efectos de la política y el
discurso de la “solidaridad con Cuba”, que han regido buena parte de las
relaciones culturales de la isla con Occidente, es que favorece narrativas
idílicas y armoniosas, que pasan de largo sobre los conflictos constitutivos de
un sistema político como el cubano. Es imposible narrar críticamente la
historia de un sujeto que todavía se asume como mito o como símbolo de valores
universales y trascendentes. Es preciso desmitificar, primero, el sujeto, para
luego contar la historia de sus armonías y conflictos.
Me pregunto si, para usted, sólo clasifican autores anglos. De lo contrario, habría que incluir a Iván de la Nuez ¿Cuál es su calificación de "Fantasía roja"? Se trata de una obra de un ensayista cubano, con un tema similar, bastante traducido y, creo, amigo suyo.
ResponderEliminarEvidentemente me estoy refiriendo solo a investigaciones academicas en Estados Unidos. En mi libro "El estante vacio" (Anagrama, 2009) puede ver comentarios a libros que tratan sobre el tema de Cuba y las izquierdas occidentales, publicados en America Latina y Europa, como el de De la Nuez, Juan Carlos Quintero, Claudia Gilman y varios mas. Creo haber resennado ese y otros libros de De la Nuez, como puede consultarse en la revista Encuentro.
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