Desde la izquierda o desde la derecha, es creciente el rechazo a las leyes contra la pitarería y en favor de una normatividad de derechos de autor en Internet, impulsadas en Washington por la Cámara de Representantes y el Senado de Estados Unidos. La primera, Stop Online Piracy Act (SOPA), y la segunda, Protect Ip Act (PIPA) son, por lo visto, leyes que se complementan y que intentan trasladar a los medios digitales principios del derecho de la cultura impresa.
Mientras desde la izquierda se habla de censura, de silenciamiento de voces incómodas, como las páginas comunistas o islamistas, desde la derecha se llama la atención sobre el impacto negativo que podrían tener esas leyes para la promoción de la democracia en el mundo por medios electrónicos. Es contraproducente, dicen algunos, que el gobierno de Estados Unidos respalde el uso de internet para enfrentar regímenes autoritarios en el planeta y que, a la vez, aplique una codificación rígida de la libertad digital en su propio territorio.
Más que "contraproducente", es una muestra de la hipocresía y el doble rasero característico de los intereses que rigen el stablishment estadounidense.
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