Hace dos meses, poco después de la muerte de Steve Jobs
(1955-2011), todas las tiendas de Apple del planeta se llenaron de mensajes de
condolencia por la desaparición de su creador. Mensajes, habría que decir,
cariñosos y hasta juguetones, en los que el duelo era trasmitido más en tonos
de Disney que de cualquier necrológica intelectual. El fenómeno Jobs, como el
Gates, está transformando la manera moderna de pensar la técnica.
La biografía de Jobs, escrita por Walter Isaacson, biógrafo
también de Benjamin Franklin y Albert Einstein, busca el mismo tono. Jobs es
retratado como hacedor de sueños, como artífice de fantasías, más cerca de los
magos o las hadas infantiles que de cualquier científico o magnate moderno. En
esta imagen de Jobs, que hoy circula en el libro más vendido por internet, se
entrelazan tecnología y cariño.
El tema de la técnica aparece en esta imagen despojado ya de
toda la pesadumbre de la era atómica, tal y como se esbozaba en Heidegger y
otros filósofos de mediados del siglo XX, y asimilado a un universo de deseos y
satisfacciones infantiles, como el que el propio Isaacson ha revelado en
Franklin o en Einstein y como el que Walter Benjamin habría vislumbrado en las
jugueterías finiseculares.
La tecnología no es aquí esa monstruosa descendencia del
capital, que amenaza la paz humana y la vida planetaria, sino la venturosa
transformación del trabajo en juego. Isaacson apuesta por una comprensible y
justificada idealización de Jobs como hombre de “trabajos” y juegos. Este no sería el
empresario voraz o el tycoon de
Silicon Valley, tampoco el doctor Frankenstein o el científico con devaneos
morales. Jobs vendría siendo, en sentido renacentista, un genio del bien.
Querido Rafa, más allá de lo que escribe este biógrafo del marketing, ¿qué crees tú de Steve Jobs? ¿Lo consideras también "un genio del bien"?
ResponderEliminarGenio del bien fue Mozart, estimado.
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