En el último Babelia
la figura del escritor austriaco, Peter Handke, viene envuelta en un halo
trágico que deja una sensación enternecedora. En la entrevista de Cecilia
Dreymüller, Handke se muestra escurridizo y zigzagueante, como sus propios
libros y viajes, como sus propias divagaciones letradas por los parajes de
Stendhal y Chejov, de Faulkner y Simenon. Uno de los riesgos del estilo, dice,
es que cuando llega a estar muy personalizado se vuelve fácil de imitar. Y
cuando eso sucede, como a su juicio le sucede a Thomas Bernhard, la escritura deja
ser escritura, se convierte en artefacto.
La entrevistadora
interroga, a propósito de Preguntando
entre lágrimas (2011), donde narra su involucramiento en la guerra civil
yugoslava y su defensa del nacionalismo serbio, y prefiere no responder.
Pregunta: “¿sigue pensando que Milósevic era una figura trágica?”. Respuesta:
“ya no quiero decir nada más sobre ese tema. Cada vez que abro la boca me atribuyen
palabras e intenciones que nunca he expresado. Estoy harto de esto”. En su nota
“El pensador de instantes”, José Andrés Rojo parece dar en el clavo. La figura
trágica no es el dictador serbio, es el propio Handke. Un escritor que tuvo
razones para equivocarse:
“Handke cometió el error de decir, durante la guerra, que
“los serbios son todavía más víctimas que los judíos” y, aunque se retractó
inmediatamente, quedó estigmatizado. Y fue al funeral de Milíosevic, donde dijo
unas palabras, como si no supiera que los gestos pesan a veces más que los
mensajes. Ahí está su “irrealidad”: habló allí porque quería criticar “el
lenguaje de un mundo que supuestamente sabía la verdad acerca de este
“carnicero y dictador”. No lo hizo por ninguna lealtad a Slobodan Milósevic. La
inmensa mayoría entendió, y seguramente con razón, que su presencia significaba
su apoyo a un caudillo nacionalista. Handke y su obra tardarán aún mucho en
zafarse del simbolismo de esas iniciativas. El hombre que quiso atrapar el
dolor de todos los yugoslavos no debió asistir al funeral del político que
gobernaba a los serbios cuando se produjo lo que el mismo Handke define como
“el peor crimen contra la humanidad cometido en Europa después de la Segunda
Guerra Mundial”, el de Srebrenica".
No lo he leído, pero si no tuvo la inteligencia para entender cómo funcionan los medios dudo que valga la pena el esfuerzo y el tiempo.
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