Uno de los lugares comunes de la crítica y la historiografía
literarias cubanas que, con mejor fortuna, han sido interpelados en las tres
últimas décadas es la contraposición entre José Martí, como arquetipo del poeta
cívico, y Julián del Casal, como poeta nihilista. Ni Martí fue un poeta
centralmente político, ni Casal careció de ideología o de posicionamientos
concretos contra la Capitanía General de la Isla de Cuba y otros regímenes o
gobernantes autoritarios de su época, en Europa o América.
Incluso en los momentos de mayor afrancesamiento de Casal no
es imposible leer algunas notables simpatías republicanas. Por ejemplo, su
conocido poema “A un dictador” (1892), si está dedicado al general francés
Georges Ernest Boulanger, como aseguran casi todos los críticos casalianos,
sería revelador de una ideología claramente antimonárquica. Que Casal llamara
“dictador” a Boulanger es buena muestra de su rechazo por el bonapartismo y el
conservadurismo que amenazaban a la Tercer República Francesa en la última
década del siglo XIX.
A Casal le resultaba atractiva la primera etapa de la
carrera militar de Boulanger, cuando había defendido a Francia de la agresión
prusiana de 1871: “Noble y altivo, generoso y bueno/ apareciste en tu nativa
tierra,/ como sobre la nieve de alta sierra/ de claro día el resplandor
sereno”. Pero cuando Boulanger utiliza su prestigio militar para encabezar la
oposición antirrepublicana, el heroísmo se ve rebasado por la ambición: “Torpe
ambición emponzoñó tu seno/ y, en el bridón siniestro de la guerra,/ trocaste
el suelo que tu polvo encierra/ en abismo de llanto, sangre y cieno”.
Al final del poema, Casal, naturalmente, se reconcilia con
el personaje. El suicidio del general, de un disparo en la cabeza, ante la
tumba de su amante, Madame Marguerite de Bonnemains (en la foto), en un
cementerio de Bruselas, era, según el poeta cubano, un acto de “valor en la
derrota”. El honor del general, mancillado por las ansias autoritarias de su
antirrepublicanismo, se veía salvado por aquel suicidio de amor: “Mas si hoy
execra tu memoria el hombre,/ no del futuro en la extensión remota/ tus manes
han de ser escarnecidos;/ porque tuviste, paladín sin nombre,/ en la hora cruel
de la derrota,/ el supremo valor de los vencidos”.
Y sobre las influencias en Martí, Casal del pensamiento europeo y de las ideas de la modernidad en su visión de la sociedad civil y política, existe algún texto que investigue la influencia de Rousseau sobre todo desde el punto de vista moral, en el caso de Martí, que rechazaba la corrupción y lo que llamaríamos hoy la sociedad del espectáculo, Rousseau criticó el despotismo intelectual, el servicio ideológico de las ideas al poder de un partido esta idea en la base del abismo que se abre entre las élites y el desprecio por la ciudadanía mayoritaria, el pueblo de a pie. Martí siempre me ha parecido un outsider en relación con los poderes que se disputaban el protagónico político en la indepedencia de Cuba y en ésto es muy rousseauniano, es una interpretación. Saludos. Muy bueno el artículo en el El PAIS. Maite.
ResponderEliminarUn agradable texto. Deliciosamente poético y político.
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