Libros del crepúsculo

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miércoles, 12 de octubre de 2011

Más allá de la estación de Finlandia



Decíamos, hace unos días, que algo que une a Mariátegui, Benjamin y Gramsci, es la importancia que estos tres marxistas dieron a las vanguardias literarias y la autonomía intelectual. Esa actitud debió enfrentarlos, inevitablemente, con la filosofía del marxismo-leninismo y con la política cultural del estalinismo, ya que estos últimos, al sostener la institución del partido único y la ideología de Estado, eliminaban las condiciones de posibilidad del arte vanguardista y de la sociabilidad independiente entre artistas y escritores.
No por gusto, en sus ensayos, Mariátegui celebraba que los ultraístas se sirvieran tan libremente de la tradición y hasta se proclamaran herederos del Martín Fierro, que Jorge Luis Borges, un “escritor saturado de occidentalismo y modernidad, adoptara frecuentemente la prosodia popular” o que elogiara la “independencia” de Manuel González Prada, José María Eguren, César Vallejo, Alberto Hidalgo, Magda Portal y casi todas las grandes figuras del modernismo y la vanguardia peruana. Para Mariátegui, el marxismo tenía que ver con la autonomía estética e ideológica, no con la dirección política de la cultura desde la burocracia de un partido comunista.
Benjamin, Gramsci y Mariátegui serían sólo algunos de los primeros marxistas del siglo XX que entendieron de esa manera la literatura. Luego de ellos vendrían escritores entrañables como el norteamericano Edmund Wilson, lector de Valéry y Eliot, Proust y Joyce, Hemingway y Faulkner, Scott Fitzgerald y Nabokov, quien idealizó la llegada de Lenin a la estación de Finlandia como el arribo de toda la tradición redentorista de la filosofía moderna, que acompañaría el cambio cultural emprendido por la Revolución de Octubre.
Después de Wilson, las mejores aproximaciones del marxismo a la teoría literaria han provenido de escritores antiestalinistas o críticos del totalitarismo comunista. La obra del marxista británico Raymond Williams, ligado a la Escuela de Birmingham, hace palidecer, por ejemplo, a su admirado maestro, el húngaro Georg Lukács, quien apostó todo al realismo o a la “peculiaridad de lo estético”. Lo mismo podría decirse de la ventaja que Jacques Rancière le saca, hoy en día, a Jean Paul Sartre, en estudios literarios como La palabra muda (1998).
Mientras más lejos está, ideológicamente, del marxismo-leninismo, más recursos críticos posee el marxismo occidental para pensar el arte literario. Mientras más consciente es de la importancia de la autonomía intelectual para el logro de una literatura de vanguardia, más eficaz es su aprovechamiento de la teoría de la historia desarrollada por Marx. Para que el marxismo lograra esa plenitud crítica, deseada por Mariátegui, fue preciso que el noble sueño de la estación de Finlandia se trocara en la pesadilla del gulag.

3 comentarios:

  1. La "autonomía intelectual" es la más importante de las asignaturas pendientes para la gran mayoría de los intelectuales castristas y excastristas. Siempre afiliados a la ideología "cool" del momento, estos hijos del oportunismo más obsceno han agudizado -de manera sobresaliente- el arte de afiliarse siempre a lo políticamente correcto.

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  2. En el caso de Mariátegui, como bien dice Rojas, el contacto con las vanguardias europeas pasó por el futurismo italiano y por el expresionismo alemán, fundamentalmente. En el caso del futurismo, la estancia de Mariátegui en Italia coincidió con el giro de Marinetti al fascismo. Esa debió ser una lección importante para el escritor peruano. Saludos, E.

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  3. Existe también el caso de autores con fuertes afiliaciones normativas ("políticamente correctas"), incluso, personalmente oportunistas, cuya obra o al menos parte de ella, sin embargo sigue caminos no prescritos, muy creadores. En fin, cuantos grandes oportunistas han sido también grandes creadores. Hay de todo, como siempre. Saludos, Juan Duchesne.

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