A propósito de la performancera Lauren Hartke, protagonista
de su novela Body Art, editada en
2010 por Seix Barral, escribe Don DeLillo:
“Hartke es una artista del cuerpo que intenta desembarazarse
del cuerpo… del suyo, al menos. Está el hombre que se pone de pie en una
galería de arte y deja que uno de sus colegas le dispare balas al brazo. Eso es
arte. Está el hombre esplendorosamente tatuado que se ha enfundado una corona
de espinas. Eso es arte. La obra de Hartke no es ni automutilante ni
autodestructiva. Está actuando, siempre ocupada en convertirse en otra persona
o en explorar quién sabe que raíces de identidad. Está la mujer que pinta cuadros
con la vagina. Eso es arte. Están el hombre y la mujer desnudos que se embisten
repetidamente cada vez con más fuerza. Eso es arte, sexo y agresión. Está el
hombre ataviado con ropa interior femenina ensangrentada que finge el coito con
una montaña de carne picada. Eso es arte, sexo, agresión, crítica cultural y
certidumbre. Está el hombre que se clava clavos en el pene. Eso es simplemente
certidumbre” (p. 121).
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