Libros del crepúsculo

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miércoles, 20 de julio de 2011

Arabismos de Martí


Este verano releo la poesía de José Martí y vuelvo a recorrer poemas y versos interpretados por tantos y buenos estudiosos. En “Ismaelillo” (1882), por ejemplo, reencuentro la profusión de arabismos que distinguen a ese texto, como a muchos otros poemarios modernistas de la misma época. Mucho y bien han escrito sobre esa variante de orientalismo Cintio Vitier, Carlos Ripoll, Enrico Mario Santí, Arcadio Díaz Quiñones, Jorge Luis Camacho y otros estudiosos.

Desde el nombre de Ismael –el hijo de Abraham y Agar, la esclava egipcia, que funda la civilización árabe, mientras que su hermano Isaac fundaba la estirpe hebrea- hasta las constantes alusiones a moros y moras, paños y ónices árabes, “Ismaelillo” demuestra el interés de Martí por el mundo norafricano. Un interés desarrollado antes de la experiencia newyorkina y cuyo origen y fuentes no se limitan a la estancia en Zaragoza y a su contacto con los elementos moros de la cultura peninsular.

Es interesante que Martí, en los versos “¡Oh, Jacob, mariposa,/ Ismaeillo árabe!", no establezca una equivalencia de la figura de Ismael, el verdadero primogénito de Abraham, aunque hijo de una esclava egipcia, con la de Isaac, el primer hijo de Sara, el del sacrificio, sino con la de Jacob, el nieto de Abraham, también llamado Israel, que en las tradiciones judeo-cristianas se desdobla en varios nombres de profetas y apóstoles: Jaime, Santiago, Diego…

Hay aquí una reveladora invocación paralela de las tradiciones judías y musulmanas y una concentración en el patriarca árabe que denota una vindicación del hijo ilegítimo, expulsado de casa, pero que al final de la vida honra al padre junto a su hermano y la familia de éste. El poema XLII de “Versos sencillos”, en que Martí reconstruye el diálogo de Agar, la madre de Ismael, quien tira al mar la perla que “le tocó por suerte en el bazar del amor”, es otra muestra de esta preferencia por el mundo árabe.

Estos arabismos tienen que ver, sin duda, con los tópicos del orientalismo modernista hispanoamericano, que Martí compartió con otros poetas de su generación durante sus exilios en México y Guatemala, con una idea plural de la cultura hispánica, que no subvaloraba el componente moro, pero también con una simpatía por lo ilegítimo. Durante el periodo newyorkino, Martí comprenderá que el estigma de lo ilegítimo también le era impuesto a la cultura hebrea por un ascendente antisemitismo europeo.

No sería desencaminado encontrar en esa simpatía por lo ilegítimo algún interés de Martí por el fenómeno de los nacientes nacionalismos árabes y judíos, en la coyuntura de la creación del protectorado británico en Egipto, que inició con el bombardeo de Alejandría en 1882 –año de la publicación de “Ismaelillo”-, y del proceso de “autoemancipación” encabezada por el líder judío ruso, Leo Pinsker, quien defendió la emigración a Eretz en contra de los pogromos antisemitas en Europa.

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