México es uno de esos países en los que la cultura logra localizarse o, más específicamente, personalizarse con tanta fuerza, que hace que cualquier teoría social o corriente estética pueda encontrar su correlato mexicano. Así como hubo un México para Comte, Spencer y el positivismo, otro para Breton, Buñuel y sus surrealismos, otro para Trotski y el trotskismo, otro para Artaud y el teatro del absurdo y muchos otros más para cualquier antropólogo y su respectiva escuela, hubo también un México para Sigmund Freud y el psicoanálisis.
El crítico mexicano, Rubén Gallo, profesor de la Universidad de Princeton, ha dedicado un estudio a ese México en su exquisitamente documentado, escrito y editado Freud’s Mexico. Into the Wilds of Psychoanalysis (Cambridge, Massachusetts, MIT, 2010). Como su anterior, Mexican Modernity. The Avant-Garde and the Technological Revolution (2005), también editado por la editorial del Massachusetts Institute of Technology, este libro es una buena muestra de la mejor historia cultural que se escribe en la academia norteamericana.
El libro de Gallo es, por lo menos, dos cosas a la vez: una historia de la recepción de Freud en México y una historia de las resonancias mexicanas en la obra del fundador del psicoanálisis. Pero el lector no encontrará aquí sólo el archivo tradicional de la cultura letrada (filósofos o escritores mexicanos como José Vasconcelos, Samuel Ramos, Alfonso Reyes, Salvador Novo, Jorge Cuesta, Octavio Paz…), que por lo general dialoga con la obra de Freud, sino también glosas de pintores como Diego Rivera, Frida Kahlo, Manuel Rodríguez Lozano, Leonora Carrington, Remedios Varo o Miguel Covarrubias, que rondaron temas freudianos.
Conformado como un díptico, “Freud in Mexico” y “Freud’s Mexico”, este libro parece juntar dos mitades escindidas: el México que leyó a Freud y el México que fue leído por Freud. En la primera destaca la reconstrucción del estudio psicoanalítico que hizo el abogado penalista Raúl Carrancá y Trujillo (en la foto, al fondo y al centro) al asesino de Trotski, el estalinista español Ramón Mercader (también en la foto, escenificando para la policía mexicana el golpe de piolet en la cabeza del líder bolchevique), desconocido u olvidado por otros historiadores de ese célebre crimen. En la segunda, el inventario con ojo de coleccionista que recorre las antigüedades mexicanas que Freud acumuló a lo largo de su vida.
Hay que leer este libro no para encontrar fáciles diagnósticos y terapias, como los que tanto abundan en el bajo psicoanálisis de las culturas. Hay que leerlo por sus detalles y, sobre todo, por la refutación de los lugares comunes que asocian, únicamente, la relación de Freud con México al rechazo de la cultura católica, a la fascinación del pensador austriaco con el mundo prehispánico o al deslumbramiento de las vanguardias mexicanas del siglo XX con el psicoanálisis. Como insinúa Gallo, hubo de todo en esta historia: católicos freudianos, malas lecturas de Freud de las culturas azteca y maya y vanguardistas enemigos del psicoanálisis.
El crítico mexicano, Rubén Gallo, profesor de la Universidad de Princeton, ha dedicado un estudio a ese México en su exquisitamente documentado, escrito y editado Freud’s Mexico. Into the Wilds of Psychoanalysis (Cambridge, Massachusetts, MIT, 2010). Como su anterior, Mexican Modernity. The Avant-Garde and the Technological Revolution (2005), también editado por la editorial del Massachusetts Institute of Technology, este libro es una buena muestra de la mejor historia cultural que se escribe en la academia norteamericana.
El libro de Gallo es, por lo menos, dos cosas a la vez: una historia de la recepción de Freud en México y una historia de las resonancias mexicanas en la obra del fundador del psicoanálisis. Pero el lector no encontrará aquí sólo el archivo tradicional de la cultura letrada (filósofos o escritores mexicanos como José Vasconcelos, Samuel Ramos, Alfonso Reyes, Salvador Novo, Jorge Cuesta, Octavio Paz…), que por lo general dialoga con la obra de Freud, sino también glosas de pintores como Diego Rivera, Frida Kahlo, Manuel Rodríguez Lozano, Leonora Carrington, Remedios Varo o Miguel Covarrubias, que rondaron temas freudianos.
Conformado como un díptico, “Freud in Mexico” y “Freud’s Mexico”, este libro parece juntar dos mitades escindidas: el México que leyó a Freud y el México que fue leído por Freud. En la primera destaca la reconstrucción del estudio psicoanalítico que hizo el abogado penalista Raúl Carrancá y Trujillo (en la foto, al fondo y al centro) al asesino de Trotski, el estalinista español Ramón Mercader (también en la foto, escenificando para la policía mexicana el golpe de piolet en la cabeza del líder bolchevique), desconocido u olvidado por otros historiadores de ese célebre crimen. En la segunda, el inventario con ojo de coleccionista que recorre las antigüedades mexicanas que Freud acumuló a lo largo de su vida.
Hay que leer este libro no para encontrar fáciles diagnósticos y terapias, como los que tanto abundan en el bajo psicoanálisis de las culturas. Hay que leerlo por sus detalles y, sobre todo, por la refutación de los lugares comunes que asocian, únicamente, la relación de Freud con México al rechazo de la cultura católica, a la fascinación del pensador austriaco con el mundo prehispánico o al deslumbramiento de las vanguardias mexicanas del siglo XX con el psicoanálisis. Como insinúa Gallo, hubo de todo en esta historia: católicos freudianos, malas lecturas de Freud de las culturas azteca y maya y vanguardistas enemigos del psicoanálisis.
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