Libros del crepúsculo

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domingo, 13 de marzo de 2011

Desiguales e infelices


A pesar de las tantas impugnaciones que el utilitarismo liberal ha debido soportar en los dos últimos siglos, el viejo sueño de Jeremy Bentham, de medir la felicidad y el sufrimiento entre los seres humanos, sigue vivo en las ciencias sociales. La aparición del libro The Spirit Level: Why Greater Equality Makes Societies Stronger (2009), de Richard Wilkinson y Kate Pickett, vertido al español por Turner bajo el título de Desigualdad: un análisis de la infelicidad colectiva (2011), es una buena muestra de la pervivencia del legado de Bentham, aunque la tesis central del mismo se coloque en las antípodas del utilitarismo.
Wilkinson y Pickett no son sociólogos, filósofos o economistas: son médicos. Esa formación los lleva a observar con otros ojos las 20 sociedades más desarrolladas del planeta. No ignoran los datos estructurales de las economías desarrolladas, que apuntan a un crecimiento de la desigualdad y la distribución inequitativa del ingreso, pero se interesan en diagnosticar una serie de patologías sociales, relacionadas con las nuevas jerarquizaciones generadas por el mercado. El sociólogo mexicano Fernando Escalante, profesor de El Colegio de México, ha resumido así el mensaje central de Wilkinson y Pickett:

“Por ricas que sean, las sociedades más desiguales tienden a mayor incidencia de obesidad, embarazos adolescentes, más delitos violentos, más población en reclusión, más drogadicción, más problemas de salud mental, menor movilidad social, menor esperanza de vida, peor desempeño educativo”.

La correlación entre índices de disparidad social y esas patologías sociales, señala Escalante, no responde a una causalidad directa. Dichas patologías se producen bajo múltiples condiciones, no necesariamente asociadas a la desigualdad, y a veces logran atenuarse sin que esta última decrezca. El concepto de “felicidad”, que utilizan Wilkinson y Pickett, parte de una formulación dependiente de la salud física y mental, por lo que el mismo no está culturalizado, por decirlo así, y necesariamente no se refleja en la autopercepción que tiene de su vida la mayoría de los habitantes del planeta.
Aún así, los resultados de esta investigación son alarmantes. En países desarrollados donde crece la desigualdad, como el Reino Unido, Francia, Australia, España, Italia, Portugal y, sobre todo, Estados Unidos, la incidencia de esas patologías es mucho mayor que en países menos desiguales como Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia, Holanda, Bélgica o Japón. La conclusión de Wilkinson y Pickett apunta, por tanto, a una fuerte crítica a la hegemonía del mercado o a la ausencia de estrategias eficaces de distribución del ingreso y dotación de derechos sociales por parte del Estado.
Como bien advierte Escalante, si esta estadística de la infelicidad es abrumadora para los 20 países más desarrollados del planeta, qué habría que esperar para economías y sociedades tan asimétricas como las latinoamericanas. Bien harían los políticos y los economistas de la región en leer el libro de Wilkinson y Pickett como visión moderada de los efectos de la desigualdad en América Latina.

1 comentario:

  1. Este libro expone de una manera magistral el vínculo entre desigualdad e infelicidad y es lectura casi obligada en todas las buenas escuelas de política pública que se precien de serlo.
    Sin embargo, su talón de aquiles -como el de todo autor que trate el tema de la desigualdad- es que no se decide entre implementar una política redistributiva agresica -cobrando impuestos- o aumentando la productividad de los más pobres -capitalismo salvaje para generar trabajo, como Inglaterra al inicio de la Revolución Industrial o China ahora.

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