Conozco varios editores que han decidido que los artículos en los títulos de los libros, sobran. Que no venden bien, aunque alguno me ha asegurado que su rechazo a los artículos no es comercial sino estético. De acuerdo con esta cada vez más difundida convención editorial La comedia humana debió llamarse Comedia humana, Los miserables, Miserables y La montaña mágica, Montaña mágica.
Debo confesar que nunca he entendido muy bien el odio a los artículos –estético o comercial-, pero hace unos días, revisando textos de cubanos sobre España y de españoles sobre Cuba, di con un ensayito de Jorge Mañach sobre La Coruña, la finisterre gallega, incluido en su injustamente olvidado Visitas españolas (1960), que me ha hecho dudar.
Este libro, editado en Madrid por la editorial de la Revista de Occidente fue, por cierto, el último que Mañach publicó en vida y por varias dedicatorias que conocemos lo envió, desde La Habana, en julio de 1960, a amigos suyos ya exiliados como Eugenio Florit, en Nueva York, y Gastón Baquero, en Madrid.
En el ejemplar que perteneció a Baquero, que alguna vez pude hojear, la dedicatoria estaba firmada en La Habana –me pregunté, entonces, por qué no pidió Mañach que Revista de Occidente le enviara un ejemplar a Baquero, que vivía en la misma ciudad de la editorial. Pero luego comprendí que en las reglas de aquella cortesía, ya perdida, el libro regalado debía llegar autografiado.
En aquel ensayito sobre La Coruña, Mañach habla de la plebeyez de los artículos que van unidos al nombre de algunas ciudades. A su juicio, el La -A, en gallego- del nombre de esa hermosa ciudad se sumaba a cierta imagen de rusticidad o barbarie que, en general, tenía el norte de España y, especialmente, la región gallega. Un La muy diferente al habanero:
Debo confesar que nunca he entendido muy bien el odio a los artículos –estético o comercial-, pero hace unos días, revisando textos de cubanos sobre España y de españoles sobre Cuba, di con un ensayito de Jorge Mañach sobre La Coruña, la finisterre gallega, incluido en su injustamente olvidado Visitas españolas (1960), que me ha hecho dudar.
Este libro, editado en Madrid por la editorial de la Revista de Occidente fue, por cierto, el último que Mañach publicó en vida y por varias dedicatorias que conocemos lo envió, desde La Habana, en julio de 1960, a amigos suyos ya exiliados como Eugenio Florit, en Nueva York, y Gastón Baquero, en Madrid.
En el ejemplar que perteneció a Baquero, que alguna vez pude hojear, la dedicatoria estaba firmada en La Habana –me pregunté, entonces, por qué no pidió Mañach que Revista de Occidente le enviara un ejemplar a Baquero, que vivía en la misma ciudad de la editorial. Pero luego comprendí que en las reglas de aquella cortesía, ya perdida, el libro regalado debía llegar autografiado.
En aquel ensayito sobre La Coruña, Mañach habla de la plebeyez de los artículos que van unidos al nombre de algunas ciudades. A su juicio, el La -A, en gallego- del nombre de esa hermosa ciudad se sumaba a cierta imagen de rusticidad o barbarie que, en general, tenía el norte de España y, especialmente, la región gallega. Un La muy diferente al habanero:
“La Coruña no constituye mayor excepción en esa vulgar imagen. Hasta el nombre mismo de la ciudad parece conspirar contra ella, como si el artículo, que en el caso de La Habana nos parece tan sabrosamente femenino, tomase en aquel otro caso no sé qué sugerencia despectiva de “la Lola se va a los puertos”, y como si el final en “uña” sonase a algo huraño y rapaz. ¡A tan triviales accidentes está expuesta la reputación geográfica, como la de personas y pueblos! En Inglaterra, durante varios siglos a La Coruña se la llamó, por corrupción fonética, The Groyne, que para unos era como aludir a ciertas partes pudendas de la anatomía, y para otros la arista, la esquina viva, el espolón de Europa”.
Me imagino que la razón detrás del odio a los artículos viene de la suposición de que las frases cortas se retienen más fácilmente en la memoria. En ese sentido, los editores (y los escritores, sus cómplices) nos toman por imbéciles incapaces de procesar conceptos complejos.
ResponderEliminarEn Galicia tenemos un buen problema con los artículos en los nombres de localidades, por la complejidad de la dualidad gallego-castellano.
ResponderEliminarEfectivamente en gallego el artículo femenino "la" se convierte en "a," y el masculino "el" en "o".
Vivo cerca de una aldea que mucha gente llama "La Grela." Es una derivación del latin "agrillum" es decir una pequeña agra o lugar de cultivo. La castellanización obvia sería "Agrilla," y el nombre correcto en gallego es "Agrela." Los castellanos-hablantes al oir "Agrela" entendiero que existía un artículo "a" y la castellanizaron a "La Grela"
"A Coruña" o "La Coruña" también causa confusión. Cuando se ve un cartel de tráfico indicando "A Coruña" el instinto de los castellano-hablantes es entender que ese "A" no es un artículo, sino una preposición.
Por cierto, a nadie se le ocurre hablar de "Coruña" a secas.
Tengo que añadir que en gallego habitualmente se pronuncia "A Cruña," lo cual supongo que es incorrecto. El nombre se deriva de la tribu de los clunios que la poblaba en la antiguedad.
No coincido con la apreciación de que el artículo le da un aire rústico.
A nivel mundial pocos idiomas usan artículos. El latín no los tenía y los romanos se comunicaban sin problema. Solo poseen artículos una quinta parte de los idiomas. Una excepción está en la zona de Europa Occidental donde existe un Sprachbund con artículos en todas sus lenguas, incluso pertenecientes a familias distintas.
No es nada obvio que todas las lenguas romances "inventasen" los artículos al evolucionar del latín. Tampoco es obvio que lo hiciesen todas las lenguas germánicas cuando el proto-germánico carecía de artículos. Pero lo más raro es que el Vasco y el húngaro que no son lenguas indoeuropeas también tienen artículos.
La única explicación consiste en suponer un contagio de elementos gramaticales entre lenguas limítrofes; algo que es mucho más difícil que la simple transferencia de palabras.