Libros del crepúsculo

Libros del crepúsculo

viernes, 18 de febrero de 2011

A favor y en contra de Alan Gribben


“Censor”, “mutilador”, “adulterador de clásicos”, es lo menos que los muchos fans que, a un siglo de su muerte, todavía tiene el escritor norteamericano Mark Twain (1835-1910), han dicho a Alan Gribben, profesor de Auburn University at Montgomery , en Alabama, quien estuvo a cargo de la reedición de Las aventuras de Huckleberry Finn que hizo New South Books.
Gribben, pensando en los lectores infantiles y juveniles de Twain, en el Sur de Estados Unidos a principios del siglo XXI, decidió aplicar la corrección política al texto y cambió vocablos como nigger por slave, injun Joe por indio Joe o “half breed” por “half blood”. La palabra “nigger” aparece 219 veces en el texto original de Twain por lo que el cambio, desde un punto de vista cuantitativo, no es menor.
Gribben lleva décadas estudiando y editando la obra de Twain y su edición, además de poseer otras virtudes, no adolece de descuido o ligereza. Gribben ha alterado el texto con razones que sus críticos, tampoco sin razones, no quieren escuchar. Dice, en esencia, que términos como “nigger” o “injun”, que Twain no utilizaba en sentido peyorativo –el escritor, como se sabe, se opuso a la esclavitud y a la discriminación- se convirtieron en símbolos de la mentalidad racista y así son leídos, hoy, por la mayoría de los niños y adolescentes norteamericanos.
Buscando atraer nuevos lectores a Twain, Gribben intentó traducir al inglés moral del siglo XXI aquellos vocablos que más claramente desdibujaban el pensamiento del autor de Tom Sawyer y Un yanqui de Connecticut en la corte del Rey Arturo. La intención es buena, pero el método es equivocado. Si Gribben hubiera encabezado la edición con una nota introductoria amena, en la que resumiera la ideología de Twain y el sentido que daba a aquellos términos, tal vez hubiera logrado atraer a más lectores que los que ahora aleja con su corrección política de un clásico.

1 comentario:

  1. Excelente comentario. Lo políticamente correcto está matando a la cultura (o la está haciendo mutar, si somos menos apocalípticos).

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