El joven estudioso cubano Amauri Gutiérrez Coto, que ya comentamos aquí a propósito de la edición, en la sevillana editorial Renacimiento, de una polémica entre Juan Marinello y Gastón Baquero en los años 40, ha compilado, para la editorial Oriente, en Santiago de Cuba, la correspondencia entre José Lezama Lima, Medardo Vitier, Cintio Vitier y Fina García Marruz (en la foto). Se trata, como era de esperarse, de un epistolario delicioso, lleno de ideas e intuiciones.
El libro de se titula La amistad que se prueba. Cartas cruzadas (Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2010) y me detengo en las dedicatorias con que unos y otros regalaban sus libros. Podría reconstruirse la amistad de cuarenta años que hubo entre Lezama y los Vitier por medio de esas dedicatorias. Al principio, son demasiado formales, distantes, aunque también coquetas. Lezama, por ejemplo, envía a las hermanas García Marruz un ejemplar de Muerte de Narciso (1937) con estas palabras:
“Para Bella y Fina García Marruz,
conociéndolas sin conocerlas
y deseoso de su conocimiento y amistad”.
La primera dedicatoria de “Cynthio Vitier” –así escribía entonces su nombre- es de 1938 y acompañaba un ejemplar de su primer cuaderno, Poemas (1938):
“Para el Sr. José Lezama Lima,
inefable autor
de “Muerte de Narciso",
con la profunda admiración de
Cynthio Vitier,
Respetuosamente.
Ya en 1943, con el envío de Sedienta cita (1943), hay más confianza:
“Para José Lezama Lima, en
la marea de su fastuoso imperio,
con la creciente admiración y alegría
por su Obra, de Cintio Vitier”.
A partir de entonces las dedicatorias, sobre todo las de Vitier y García Marruz a Lezama, van ganando en elocuencia. La de Caprichos y homenajes (1947) dice:
“Para José Lezama Lima,
que está, como revelación y alimento,
en la fábula de mi vida”.
La de Transfiguración de Jesús del Monte (1947), de Fina García Marruz:
“Para José Lezama Lima, por esos preciados
instantes en que su altivez, en una forma
mucho más rápida de lo que lo haría su consentimiento,
nos acompaña y nos conmueve”.
Y así y así, hasta llegar a la inserción de poemas enteros en las dedicatorias, como se estilaba, todavía, a principios del siglo XX. Lezama, sobre todo, hizo de los apuntes en las páginas iniciales de los libros que regalaba todo un género poético. En las Navidades de 1952, regaló la Obra poética de Alfonso Reyes con este poema-dedicatoria en que agradecía, a su vez, la traducción que Vitier hizo de Mallarmé:
“¿Quién podría traducir
a Estéfano Mallarmé
mejor, sin ser un mentir,
¡ni pensar! que Cintio Vitier.
El gozo de contracifra y
la templada reforma, verso
que va hors la loi si
luz de un punto diverso,
el logos casi, oscurecido,
y el arpón con su sentido”.
Y en el verano del 53, le estampa otro poema a Vitier y García Marruz, en la primera página de Analecta del reloj:
"Para Fina y Cintio Vitier:
Lápiz a su nube
di, prosigue.
Borra lo que sigue
tacha lo que sube
al cuarto inclinado
acecho de alfil,
infante enjaulado,
Seda de Boabdil,
luna semiandante
¿ijar o turbante?
Riscos, aquí caracola.
Dice más la suerte,
herida de muerte:
ópalo, batahola".
Que encantador leer todas esas dedicatorias. Un regalo. Muchas gracias.
ResponderEliminarEs una lástima que se haya perdido la costumbre de versificar los sentimientos. Aunque, como se dice por ahí, no sé si sea posible seguir escribiendo poesía después de Auschwitz.
ResponderEliminarMuchas gracias por los dos comentarios... a veces uno siente que trabaja para la nada. Amauri Gutiérrez
ResponderEliminarEl trabajar para la nada tiene su encanto metafísico. Incluso puede hasta ofrecer satisfacciones más gratas que las que emaman del estímulo soso y la ola insulsa.
ResponderEliminar"Me enteré que Lezama iba a hablar de Mallarmé, y me-alarmé", Heberto Padilla. Las citas de este post sólo corroboran los temores de Padilla. De cualquier modo, todas esas dedicatorias son huellas de una educación perdida.
ResponderEliminarSaludos,
CGO