En Les Onze aparecían retratados los comisarios del célebre Comité de Salvación Pública, que llevó adelante el proyecto jacobino de la Revolución Francesa: Billaud, Carnot, los dos Prieur, Couthon, Robespierre, Collot, Barère, Lindet, Saint-Just, Saint-André . La mayoría de ellos, recuerda Michon, compartía dos cosas: tenían orígenes nobles y se habían dedicado al teatro. Aristocracia y dramaturgia, he ahí dos claves del liderazgo jacobino.
Michon arranca con la biografía de Corentin y desemboca en la pequeña historia del encargo que le hiciera el Comité, por medio de David. “¿Sabes pintar dioses y héroes, ciudadano pintor?” –preguntó David y le ordenó: “Lo que te pedimos es una asamblea de héroes. Píntalos como a dioses o como a monstruos”. Corentin, concluye Michon, que adoraba a su padre, pintó a éste once veces. Los miembros del Gran Comité del año II eran su padre multiplicado por once.
“Es curioso: puso la figura de su padre bajo la forma de los once asesinos del Rey, del Padre de la Nación, los once parricidas, como llamaban a la sazón a los asesinos del Rey”, anota. Pero el objetivo de Michon no es tanto reconstruir el proceso de contratación de Corentin y confección de Les Onze como demostrar la falta de correspondencia entre la versión historiográfica del mismo, acuñada desde Michelet, y la sobrevida mítica del jacobinismo.
El terror, parece sostener Michon, tocó una fibra simbólica del hombre moderno, asociada a la violencia de clases, que no puede ser desestabilizada por la obra desmitificadora de historiadores tan refinados y lúcidos como Michelet, que tienen, incluso, la ventaja de escribir medio siglo después de una Revolución. Al final, el mito vence a la historia, Robespierre vence a Michelet. De ahí que, más que el Marat de David, Los Once de Corentin sea la pintura emblemática del terror:
“Michelet, que siempre dijo y pensó que la auténtica pintura histórica sólo era tal cuando se esforzaba en no representar la Historia, quedó desmentido. Los Once no son pintura histórica, son la Historia. Lo que vio Michelet al final del pabellón Flora es quizás la Historia en persona, en once personas, en el terror, porque la Historia es terror puro. Y ese terror nos atrae como un imán. Y es que somos hombres y a los hombres, de arriba abajo, los instruidos y los mendigos, les gusta apasionadamente la Historia, es decir, los terrores y las matanzas”.
Desgraciadamente, no es la pintura emblemática del Terror porque este cuadro nunca se pintó, como el pintor Corentin nunca existió. Todo es invención de Michon. Pero, no te preocupes, que a mí también, en principio, me "cogió". Tras escribir varios posts sobre el libro, me dí cuenta que era una invención del autor.
ResponderEliminarMuchos saludos,
Isis Wirth
Ya me extrañaba a mí que todas las referencias a Corentin provinieran de Michon. Pero la verdad es que no importa si existió o no. La historia es perfectamente "histórica", desde su enfoque biográfico hasta sus semblanzas perfectas de los once líderes jacobinos.
ResponderEliminarInteresante e intrigante.
ResponderEliminarHe disfrutado la lectura.
Saludos