Juan Cruz viajó a la isla de Yeu, en el Atlántico francés, donde murió el mariscal Petain y donde vive su exilio el escritor libanés Amin Maalouf. El autor de Identidades asesinas y Orígenes, reciente Premio Príncipe de Asturias, habló con Cruz, para El País Semanal, sobre los temas de su último libro de ensayos, El desajuste del mundo, y, naturalmente, sobre el exilio, uno de los focos principales de su obra.
Maalouf es el caso raro de exiliado sin nostalgia. Él se siente un extraviado. Se imagina como un “vagabundo doméstico”, que se olvida de sí mismo, “que siempre está alejándose del centro”. No de otra manera podría explicarse su crítica paralela a los nacionalismos del Medio Oriente y al racismo de Occidente o la búsqueda de su doble en Cuba, donde vivió por un tiempo su abuelo, para luego regresar al Líbano, donde nacieron su padre y él.
Sobre Cuba, país que visitó mientras investigaba la trama de su libro, Orígenes, o más específicamente sobre Fidel Castro, habló Amin Maalouf con Juan Cruz:
“Fidel es, por supuesto, muy autócrata; eso lo sabía antes de ir, y lo tenía presente cuando estaba allá, pero lo que yo no sabía antes de ir a Cuba es que él no tiene el hábito de poner su nombre a las calles o a las avenidas, ni de erigir estatuas suyas o publicar sus fotos en carteles. Inevitablemente, todos los autócratas de la historia son expulsados algún día. La última estatua que vimos derribar fue la de Saddam Husein en Irak, pero hay otros ejemplos, como Stalin, Lenin… En Cuba, sin embargo, cuando se vayan los dos hermanos Castro, no habrá estatuas que destruir. No tendrán que rebautizar avenidas, porque allí se llaman Che Guevara o Allende, pero no hay ninguna llamada Fidel Castro”.
Antes, en Orígenes, Maalouf había anotado:
“Cuando sus sucesores se rebelen contra sus recuerdos, no encontrarán ninguna cerca que tirar abajo ni ninguna gran obra que inaugurar”.
Maalouf es el caso raro de exiliado sin nostalgia. Él se siente un extraviado. Se imagina como un “vagabundo doméstico”, que se olvida de sí mismo, “que siempre está alejándose del centro”. No de otra manera podría explicarse su crítica paralela a los nacionalismos del Medio Oriente y al racismo de Occidente o la búsqueda de su doble en Cuba, donde vivió por un tiempo su abuelo, para luego regresar al Líbano, donde nacieron su padre y él.
Sobre Cuba, país que visitó mientras investigaba la trama de su libro, Orígenes, o más específicamente sobre Fidel Castro, habló Amin Maalouf con Juan Cruz:
“Fidel es, por supuesto, muy autócrata; eso lo sabía antes de ir, y lo tenía presente cuando estaba allá, pero lo que yo no sabía antes de ir a Cuba es que él no tiene el hábito de poner su nombre a las calles o a las avenidas, ni de erigir estatuas suyas o publicar sus fotos en carteles. Inevitablemente, todos los autócratas de la historia son expulsados algún día. La última estatua que vimos derribar fue la de Saddam Husein en Irak, pero hay otros ejemplos, como Stalin, Lenin… En Cuba, sin embargo, cuando se vayan los dos hermanos Castro, no habrá estatuas que destruir. No tendrán que rebautizar avenidas, porque allí se llaman Che Guevara o Allende, pero no hay ninguna llamada Fidel Castro”.
Antes, en Orígenes, Maalouf había anotado:
“Cuando sus sucesores se rebelen contra sus recuerdos, no encontrarán ninguna cerca que tirar abajo ni ninguna gran obra que inaugurar”.
En Cuba, el rol de la estatuaria lo ha desarrollado, con las particularidades propias de ese soporte, la fotografía de gesta: Korda, Corrales, Liborio, Cartier-Bresson, Burri, etc. El problema no será, pues, de blandir mandarrias, sino de calibrar archivos.
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