Libros del crepúsculo
domingo, 20 de junio de 2010
México sin Monsiváis
Ha muerto Carlos Monsiváis (1938-2010) en su DF. Sin él la ciudad no será la misma –será más aburrida, menos inteligible. Cuando la muerte del cronista de una ciudad se vuelve noticia urbana, la ciudad deja de ser un ente legible y narrable. A partir de entonces comienza la sobrevida de la ciudad sin su cronista, un limbo en que se acentúa la desorientación de los ciudadanos y de los lectores.
Algo de esa desorientación había anunciado Monsiváis en Los rituales del caos (1995), el libro en que daba cuenta de la gran transformación de la ciudad entre los años 70 y 90. La penúltima metamorfosis de la urbe que desdibujó aquel universo ordenado y manejable de las primeras décadas postrevolucionarias –los 40 y los 50- en el que Monsiváis se formó como escritor, como lector y como consumidor cultural de películas, shows de cabarets y radio y telenovelas.
Esa experiencia de los dos DF, el del orden de la “región más transparente” y el del caos ritualizado de las últimas décadas, hizo de Monsiváis el intelectual público por excelencia del México contemporáneo. Su obra habría sido importante, sólo, como el conjunto de maravillosas crónicas que leemos en Días de guardar (1970) o Escenas de pudor y liviandad (1988), pero Monsiváis, como sabemos, no sólo fue cronista, también fue historiador de la cultura, crítico literario y, tal vez, el ensayista emblemático de la transición a la democracia en México.
Como historiador cultural, Monsiváis fue autor de estudios tan referenciales como sus “Notas sobre cultura mexicana en el siglo XX”, incluidas en la Historia general de México, coordinada por El Colegio de México, en 1976, y de varios libros sobre el Porfiriato, los escritores de Contemporáneos –especialmente Salvador Novo y Jorge Cuesta, con quienes se identificaba por más de una razón- y la historia del cine, la radio y la televisión mexicanas entre los años 40 y 50.
El 68, que vivió como escritor y activista, fue otro de sus temas biográficos y ensayísticos. Los orígenes del desplazamiento de Monsiváis hacia una izquierda antiautoritaria habría que encontrarlos allí y en su trabajo como editor del suplemento La cultura en México a partir de 1971. Un desplazamiento que lo llevaría, luego de la caída del Muro de Berlín, a cuestionar frontalmente todo socialismo totalitario, incluyendo el cubano, lo cual le trajo más de una ruptura con la izquierda fidelista mexicana.
Se ha insistido mucho en la ubicuidad intelectual de Monsiváis, en el misterio de una mirada capaz de registrar cualquier ademán de la ciudad: cine, televisión, radio, nota roja, declaraciones de políticos a la prensa –irónicamente inmortalizadas en Por mi madre, bohemios (1993), la legendaria serie que publicó en La Jornada-, lucha libre, travestis, movimiento gay, Paquita la del Barrio, danzones, boleros, pintura, fotografía, nueva poesía. Me gustaría destacar sólo un elemento en aquel torbellino de imágenes e ideas: el laicismo.
Monsiváis fue un intelectual de izquierdas, que vivió el auge y la decadencia de los socialismos reales y las guerrillas y revoluciones en América Latina, y que, sin embargo, no abandonó, como muchos de sus contemporáneos, el laicismo constitutivo del pensamiento liberal. Un laicismo que lo llevó no sólo a vindicar la gran tradición liberal mexicana y latinoamericana del siglo XIX, como se constata en libros tan disímiles como Aires de familia (2000), Premio Anagrama de Ensayo, Las herencias ocultas del pensamiento liberal (2000) y uno de sus últimos, El Estado laico y sus malquerientes (2008), sino a enfrentarse sin tapujos a la pacatería católica mexicana y a otras variantes religiosas de la ideología política, como el nacionalismo revolucionario.
Monsiváis insistió en sus últimos libros en que la Reforma decimonónica y su liberalismo se habían convertido en “tradiciones ocultas” en el México de fines del siglo XX, como efecto de un avance de la religiosidad por varios frentes. Dos de ellos, por lo menos, eran el nacionalismo autoritario, en cualquiera de sus modalidades, y el conservadurismo católico, en la modalidad de siempre. Es en esa vindicación de una izquierda laica, defensora de los derechos civiles y políticos, sociales y culturales de todas las comunidades posibles, donde Monsiváis personifica al intelectual público de la transición democrática mexicana.
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mmm, hay un pedido allá arriba. perdón si es muy banal el comentario, pero fue lo primero que me vino a la mente.
ResponderEliminaridem, a mi comment anterior. mis respetos y que descanse en paz.
Sin embargo Rafael, no se como lees tu la relacion de Monsivais con el Zapatismo, y su distanciamiento de liberales como MVllosa y C.A.Montaner con respecto al ALCA. Yo creo que si bien por una parte Monsivais rescataba algunas rutas del liberalismo, era un hombre comprometido tambien con las luchas de la Izquierda mas progresista, no?
ResponderEliminarMagnifico obituario. Saludos desde Miami,
Gerardo
He revisado varios comentarios y editoriales sobre Monsiváis durante el fin de semana. Todavía estoy esperando a leer uno que mencione un defecto -uno solo- de él. A lo mejor habrá que esperar a que alguien recoja el manto de "cronista de la ciudad", manto que Monsiváis siempre se resistió a soltar.
ResponderEliminarHola, Gerardo y Francisco, gracias por los comentarios. No creo que haya mucha contradicción entre vindicar la tradición liberal mexicana y latinoamericana del siglo XIX -especialmente su laicismo y su anticlericalismo, que a Monsiváis le venían, entre otras cosas, por su formación protestante- y distanciarse del neoliberalismo, ya que entre aquel liberalismo y el reciente neoliberalismo hay pocos puntos de contacto.
ResponderEliminarAhora, no sé quieres decir, Gerardo, con "distanciamiento" de Monsiváis con Vargas Llosa y Montaner. Presencié un debate entre los tres en la Feria del Libro de Miami de 2006, muy respetuoso, que luego continuó en una cena, en plan de amigos. En aquel debate Monsiváis reiteró sus conocidas críticas al neoliberalismo y recuerdo que cuestionó la idea de que los acuerdos de libre comercio no resolvían por sí solos las desigualdades latinoamericanas. Pero no recuerdo ningún "distanciamiento", sobre todo, con Vargas Llosa, a quien admiraba mucho como escritor.
Por otra parte, es sabido que Monsiváis fue un defensor de las relaciones culturales entre Estados Unidos y América Latina. Su defensa de la influencia positiva de la cultura popular norteamericana en América Latina es muy conocida. Estaba muy lejos Monsiváis de ser un nacionalista mexicano o latinoamericano.