La espléndida editorial Sexto Piso reunió en un pequeño y sobrio volumen la conferencia magistral, “Literatura y derecho. Ante la ley”, que Claudio Magris (Trieste, 1939) dictó en la Universidad Complutense de Madrid en enero de 2006. Editado parcialmente en los periódicos ABC y Corriere della Sera, el texto apareció íntegramente en 2008, antecedido por un entusiasta prólogo de Fernando Savater.
Magris parte de una observación que muchos, antes que él, han compartido: la literatura casi siempre representa el mundo de las leyes y el derecho como un territorio endemoniadamente racional, contrario a la libertad y la imaginación. Esa representación negativa, que sólo en parte es deudora de las también monstruosas visiones del Estado, la burocracia y las élites jurídicas y políticas, curiosamente da la espalda a una célebre tradición filosófica que intentó, desde la antigüedad, conciliar la belleza con el bien y la justicia.
Lo cautivante del ensayo de Magris no es la idea en sí, señalada por muchos, sino su exposición delicada y, a la vez, precisa. El autor de Danubio, Microcosmos, El anillo de Clarisse y Utopía y desencanto, recorre buena parte de la narrativa clásica y moderna, desde Cervantes hasta Dostoievski y desde Sófocles hasta Kafka, deteniéndose en los momentos en que la estética de un verso o una ficción protesta contra las codificaciones jurídicas del derecho.
Un par de citas de sus admirados italianos, Manzoni y Jacomuzzi, le permiten concluir que desde la antigüedad no pocos poetas y escritores han intentado encontrar belleza en las leyes. “A menudo la razón y la ley tienen más fantasía que el corazón, capaz únicamente de sentir sus inextricables complicaciones e incapaz de imaginar que también existen los demás”. Y agrega: “los antiguos, que habían comprendido casi todo, sabían que puede existir poesía en el acto de legislar; no casualmente muchos mitos expresan que los poetas también fueron los primeros legisladores”.
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