Entre las varias cosas buenas que traía El País de ayer, el diario y el semanario –la entrevista con Peter Brook, el artículo de Eduardo Lago sobre el Booker póstumo y su sugerencia de que la misma iniciativa se traslade al Nobel para honrar a Proust, a Joyce, a Kafka, a Borges y a Nabokov, el reportaje fotográfico de Huete Machado y Roemers sobre las reliquias de la Guerra Fría en el paisaje europeo, la visita de Daniel Verdú a los archivos de Alcalá de Henares, en busca de los informes de los censores literarios bajo el franquismo…- un artículo de Javier Cercas titulado “Los nuevos reaccionarios”.
“Para cualquier liberal de verdad, ese título (“Comentarios liberales”) sólo puede ser un sarcasmo; o un insulto. Como sólo puede ser un sarcasmo o un insulto que los nuevos reaccionarios saquen a diario en procesión a Orwell y a Camus, dos tipos de quienes hace 40 años abominaban porque tuvieron el coraje de denunciar el totalitarismo en una época totalitaria y que 40 años después abominarían de ellos porque los verían como una amenaza totalitaria en una época democrática. En realidad, nada está más lejos de cualquier idea liberal y de progreso que los nuevos reaccionarios; no lo digo yo, lo dice un verdadero liberal: “Si hay una actitud opuesta a la mía, asegura Claudio Magris, es aquella que mantenían muchos revolucionarios extremistas que hace 40 años creían que la revolución iba a crear un mundo perfecto, y vieron que eso no ocurrió y se convirtieron en seres completamente reaccionarios”.
Me permito un va y viene entre este post y el precedente, como en un pliegue.
ResponderEliminarLa lengua es fascista, declaraba Barthes en su primera aparición en el College de France. Algo que todavía escandaliza los lingüistas, pero que enuncia precisamente la convicción política de Barthes, su ética.
La lengua hay que ponerla al desnudo, dice el sémioticien, hay que desnudar esos mecanismos fosilizados por la doxa, la ideología, que mismo cuando se mueven en la subversión o la contestación amenazan constantemente de volverse estereotipos o nuevos dogmas. Hay que inventar lenguas, moverlas, desplazarlas, explorar dimensiones múltiples, inventar lenguas lejos de cualquier peso de lo social. La escritura de Barthes es política, es una dimensión de lo político dentro de la pluralidad del texto, del placer del texto, del hedonismo de la lengua, algo que precisamente dinamita esa servidumbre de los signos, esa alineación fascista que es preciso desmitificar.
¿No es esto la escritura de Severo Sarduy, marcada por su origen, su herencia? El barroco de Sarduy es también eso: una multiplicación plegada del lenguaje, penetrado de un inmenso placer. Un hedonismo altamente revolucionario, si esta palabra todavía puede ser comprendida en nuestros días…
Esta palabra “revolución” también la remito a este post sobre los “revolucionarios extremistas que hace 40 años creían que la revolución iba a crear un mundo perfecto”. Precisamente, fueron esos fascismos, extremismos, reaccionarismos, que Barthes, en compañía de Sarduy, machacó severamente una y otra vez…pero nunca Barthes se olvidó de lo que “significaba” este vocablo con su capacidad de entusiasmo.
Les recuerdo lo siguiente: « On m’a demandé s’il y avait des mythes « à gauche ». Bien sûr, dans la mesure même où la gauche n’est pas la révolution. Le mythe de gauche surgit précisément au moment où la révolution se transforme en « gauche », c’est-à-dire accepte de se masquer, de voiler son nom, de produire un méta-langage innocent et de se déformer en « Nature » ».
Traducción: “Me han preguntado si había mitos “a izquierda”. Claro, en la medida misma en que la izquierda no es la revolución. El mito de izquierda surge precisamente en el momento en que la revolución se transforma en “izquierda”, es decir acepta de enmascararse, de cubrir [tapar, disimular] su nombre, de producir un meta-lenguaje y de desformarse en “Naturaleza””.
Es lo que también no cesó nunca de esclarecer y decirnos Foucault. Esto hay que profundizarlo, trabajarlo hoy día con una inmensa entereza, o de lo contrario surgirán nuevos reaccionarismos, dirigidos precisamente a desterrar la palabra revolución, su hedonismo y su capacidad de entusiasmo, y esta vez no apoyados en las máscaras de izquierda o de derechas (ya que Mussolini declaraba la Rivoluzione fascista), sino en un vacío, un gran vacío quizás todavía más peligroso que lo pasado.
Quizás los “nuevos reaccionarios” no estén donde pensamos que están…
Un saludo cordial.
¡Anti revolucionario! ¡Que viva fidel!
ResponderEliminarPero hay que mantener "fidelidad" al Evento, al decir de Alain B, creo que eso es lo importante, no? Sobre todo cuando hoy los liberales han perdido tanto poder simbolico y moral. De ahi que la extrema izquierda o "reaccionaria" como quiera llamarle Magris, son los que realmente pueden salvar a su propio grupo.
ResponderEliminarG