Libros del crepúsculo
jueves, 7 de enero de 2010
Camus, el inasible
Hace unos días se cumplieron cincuenta años de la muerte de Albert Camus, en accidente automovilístico, mientras regresaba a París desde el sur de Francia. La propuesta del presidente francés, Nicolás Sarkozy, de trasladar los restos de Camus al Panthéon ha generado la típica querella por la herencia que persigue a los célebres en la muerte. El debate vuelve a plantear la deprimente pregunta de a quién pertenecen los huesos de un escritor y, sobre todo, vuelve a escenificar esa manía de apropiación de los muertos que sufren políticos e intelectuales.
Su hija Catherine ha escrito que su padre era un “solitario solidario”, cuyo legado no debe ser manipulado por el gobierno francés, el filósofo Michel Onfray ha protestado contra los usos de Camus por políticos de derecha como Bush o Sarkozy y el estudioso Jean Luc Moreau ha publicado el ensayo Camus, l’intouchable, en el que reacciona contra la instrumentación oficial de un símbolo subversivo. Otras reacciones contra la propuesta de Sarkozy no escapan a la propia instrumentación del mismo legado que intentan algunos escritores de la izquierda francesa, para quienes Camus fue un crítico del fascismo y de la democracia, pero no del comunismo.
La figura de Camus, sobre todo entre 1945 y 1960, ofrece la dificultad de una crítica paralela a los dos totalitarismos del siglo XX, el fascista y el comunista, y, también, a las democracias occidentales y a los regímenes coloniales creados por éstas en Asia, África y el Medio Oriente. Pero lo que hace inasible a Camus, en el sentido que da al término Moreau, es la elección de un lugar para la crítica, distante de la moral y la ideología, de los partidos políticos y las élites letradas. En sus relatos (El extranjero, La peste, La caída y El exilio y el reino), en sus piezas teatrales (Calígula, El malentendido, Estado de sitio, Los justos) y en sus prosas El mito de Sísifo y Cartas a un amigo alemán, Camus adoptó una perspectiva, por decirlo rápido, antropológica, en la que los problemas de la sociedad contemporánea eran presentados como problemas humanos.
Esa elección intelectual, que salvaba buena parte de la tradición filosófica antigua, medieval y moderna -que los totalitarismos de mediados del siglo XX intentaron abandonar- hizo de Camus un pensador inubicable en la geografía política de su época. En su ejemplar ensayo El hombre rebelde, en sus carnets de los años 50 y en sus polémicas con Sartre, Jeanson y Les Temps Modernes, aparecidas en la revista Combat, se lee aquella crítica multilateral, ejercida sin miedo a perder el apoyo de cualquier poder, en la que lo mismo se cuestionan las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki que la invasión soviética a Hungría, el realismo socialista que el compromiso sartreano, el mito revolucionario que la razón liberal.
Cuando Camus murió, en enero del 60, estaba en un proceso de reinvención de su escritura, que se percibe en su inconclusa novela El primer hombre (Barcelona, Tusquets, 1994). En esa ficción autobiográfica, sobre la saga de una estirpe alsaciana que emigra a Argelia, a fines del Segundo Imperio, y cuyo padre de familia perece en la Primera Guerra Mundial, fragmentada la cabeza por obús, dejando al hijo huérfano, en la miseria y la ignorancia de los pied noirs, se plasma con fidelidad la elección antropológica de Camus. La vuelta al padre era, para Camus, la verdadera proeza adánica.
Quienes se oponen a la consagración oficial de Camus por parte del gobierno de Sarkozy no dejan de tener razón. Pero habría que preguntarse qué hubiera sucedido si la propuesta del traslado de los restos, del camposanto de la aldea provenzal de Loumarin, al Panteón de París, no hubiera provenido del presidente sino de un grupo de escritores franceses. Entonces, probablemente, habría tenido mejor acogida, ya que, en resumidas cuentas, el Panthéon es un símbolo de la tradición laica y republicana francesa: allí están enterrados Voltaire, Rousseau, Dumas, Hugo, Zola y Malraux.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Inolvidable Camus. Hace poco que leí El primer hombre, casi lo último que me quedaba por leer de él. Necesaria esta breve reseña:los problemas humanos era lo que le interesaba. A su lado, Sartre es sobretodo un sectario. Creo que es verdad eso que dices de que si hubieran sido los escritores quienes hubieran propuesto lo del Panteón, habría sido distinto. Pero ese Sarkozy interviniendo también en Camus... No sé.
ResponderEliminarUn saludo.
¿Y es realmente tan importante dónde está enterrado? A fin de cuentas, lo que cuentan son sus libros
ResponderEliminarEl caso es que parece ya una tradición presidencialista que cada gobierno francés monte una 'llevada al panteón', por eso prefiero que lo dejen donde está.
ResponderEliminarQue los restos de un escritor francés estén en el Panteón forma parte de los deseos ciudadanos de los franceses. Lo más importante, desde luego, es su obra; pero me parece una polémica estúpida, avivada por su hija, que dice no querer aparecer en nada y en realidad lo está haciendo, negarse a que un escritor como Camus esté en el Panteón. Por otro lado, Sarkozy es un político de centro-derecha, no es la extrema derecha, y viendo la posición de Camus frente a los totalitarismos me parece que hubiera estado en la misma cuerda sarkozyana si un accidente no le hubiera truncado la vida. Su hija está en todo el derecho de negarse, los ciudadanos franceses estamos en el derecho de desear que un gran escritor se encuentre en el Panteón que honra a los Grandes de Francia. Lo demás es baba de la izquierda achacosa, demasiado achacosa en Francia, por no decir inexistente.
ResponderEliminarCamus no es Malraux. A mi criterio, independientemente a que Camus sus restos se encuentren en Lourmarin, sitio el cual eligió para que descansaran dichos restos, su obra cumple un brillo que no parte de ningún sitio, su obra parte de la nostalgia de un hombre cuya reacción fue la escritura, y no el compromiso político, elemento que según él fue testigo y crítigo, crítico a lo que se llegó a llamar "El hombre rebelde", libro malo, con una male lectura histórica de Marx, y evidentemente, colocándose él como un fascistas que le escribe a las clases pobres de su olvidad Argelia, dedicando el cuaderno a su viejo maestro, y remata huyéndole a Sartre en "Sacre Coeur". Camus fue un gran novelista, o bien un artista como se definió él mismo, amante de sus mujeres , vago en la filosofía y pobre de padre muerto. Su obra se mantedrá enlos panteones de los olimpos, y su miseria en la mala leche de la política.
ResponderEliminarNiger