Libros del crepúsculo

Libros del crepúsculo

lunes, 28 de diciembre de 2009

Mendel y los libros


Una tarde lluviosa de 1929, Stefan Zweig entra empapado al café Gluck de Viena. El deja vu se le vuelve insoportable e intenta reconocer ese lugar, que le resulta tan familiar, por sus objetos. Finalmente da con una mesa que le devuelve la memoria: en esa misma mesa, en ese mismo café, durante los años de la Primera Guerra Mundial, se sentaba con todos sus libros Jakob Mendel, un anciano judío de Galitzia, que entre los dos poderes del alma de la religión hebraica, había elegido el sechel (intelecto) antes que la emunah (fe).
Alguna vez, en 1915, Zweig había consultado a Mendel sobre bibliografía para el estudio del magnetismo mesmerista, el sonambulismo, la hipnosis, la ciencia cristiana, el espiritismo y Madame Blavatsky. Más de diez años después, Zweig entraba al mismo café y no encontraba a Mendel en su mesa, rodeado de libros. Luego de indagar con bartenders y meseros se entera de que Mendel fue arrestado aquel mismo año, acusado de ¡triple espía! -de Francia, Gran Bretaña y Rusia- y enviado a un campo de concentración.
Zweig logra, finalmente, reconstruir la historia del viejo bibliófilo. La policía secreta austríaca había interceptado la correspondencia de Mendel con libreros franceses, británicos y rusos, en 1915, y luego de repasar los volúmenes que solicitaba el sabio judío –el Bulletin bibliographique de la France, los últimos números de la Antiquarian- a Jean Labourdaire, en París, y a John Aldridge, en Londres, había concluido que se trataba de mensajes secretos que revelaban la ubicación de posiciones militares estratégicas del imperio austro-húngaro.
Acusado de traición, como Alfred Dreyfus, Mendel fue recluido en un campo de concentración, donde pudo haber muerto de disentería, inanición o locura. Durante su desaparición y todavía en los años posteriores a la guerra, a Mendel le llegó correspondencia de sus amigos libreros europeos a la dirección del café Gluck, en Viena. Zweig pudo consultar aquellos libros la misma tarde de 1929, en la misma vieja mesa del café, y entre volúmenes de teología, espiritismo, hipnosis y mesmerismo, encontró un tomo de la Bibliotheca Germanorum erotica et curiosa, de Hayn, que no imaginó nunca como lectura del devoto Mendel.
Esta es la historia que cuenta Stefan Zweig en Mendel el de los libros, un raro librito publicado por Acantilado (Barcelona) este año. Podría pensarse que el tema central del relato es el antisemitismo, pero no es así. El tema central es el olvido. Zweig termina el relato recriminándose haber olvidado, en pocos años, a aquel erudito que, en más de una ocasión, lo ayudó en sus investigaciones: “yo me había olvidado de Mendel el de los libros. Precisamente yo, que debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos del inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido”.

7 comentarios:

  1. Excelente texto Rafael. Es otro autor que, al igual que Unamuno, lamentablemante no es muy leido hoy. Siempre me ha parecido muy raro que uno de sus mejores libros (la biografia de J. Fouche) no ha sido traducido al ingles, y sus retratos literarios (en lo que se pueden leer el de Nietzsche, Holderlin, Balzac...) - reunidos como "Masterbuilders" - no se han vuelto editar desde hace mas de cuatro decadas.
    Un saludo, y lo mejor para el 2010.

    G

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  2. Gracias por el comentario, Gerardo, y muchas felicidades por el nuevo año. Tienes razón sobre Zweig. La editorial barcelonesa Acantalido ha rescatado, en los últimos años, más de diez títulos de Zweig. Entre ellos, la correspondencia con Hermann Hesse, traducida por José Aníbal Campos, las espléndidas memorias "El mundo de ayer", el Montaigne y "La curación por el espíritu", traducidos por J. Fontcuberta.

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  3. Estimado Rafael Rojas.
    Soy José Aníbal Campos, el traductor que mencionas en tu comentario. Quería añadir, para ti y para los demás interesados en Zweig, que la editorial BackList, de Planeta, ha iniciado un programa de nuevas traducciones de clásicos del siglo XX, y entre ellos me encargaron hace un par de año hacer una nueva traducción de otra de las grandes obras de Zweig, Tres poetas de sus vidas. Forma parte de la serie Los constructores del mundo, y existía una traducción al castellano de los años 40, la que, lamentablemente, se inscribe en ese tipo de traducciones conocidas como "bellas infieles", versiones que embellecen sobremanera el texto en la lengua de llegada, pero que distorsionan de tal manera el original, que al lector le llega un libro diferente.
    Sólo eso. Te mando un fuerte abrazo desde España
    Anibal

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  4. ¿Por qué leer el libro en clave autobográfica, identificando al narrador con Zweig?

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    1. Totalmente de acuerdo con César Domínguez: no voy de acuerdo en confundir al personaje-narrador de la novela con su autor, Stefan Zweig.

      ¿Autobiográfica? Recordemos que la novela es una obra de ficción.

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  5. ¿Por qué hacer una lectura autobiográfica de la obra, identificando al narrador con Zweig?

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  6. Disculpa, el que entra empapado al café Gluck de Viena no es Stefan Zweig, es el personaje de Mendel el de los libros. Mientras el personaje entra a este café, Stefan Zweig estaba dormido, comiendo, dando una entrevista o tal vez ya muerto.

    No hay que confundir NUNCA el autor con los personajes de su obra de ficción ¡por favor!

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