Libros del crepúsculo

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martes, 22 de diciembre de 2009

Azaña y la confianza


La biografía de Manuel Azaña (1880-1940), Vida y tiempo de Manuel Azaña.1880-1940 (Taurus, 2008), escrita por Santos Juliá, es recomendable por muchas razones. Además de la reconstrucción exhaustiva de su actividad política, sus presidencias del gobierno (1931-33) y de la República (1936) y sus exilios, Santos Juliá se detiene en la biografía intelectual de Azaña. Dedica páginas a su labor en el Ateneo, a su crítica al pesimismo de la generación del 98 y a sus relaciones con otras figuras públicas de su propia generación, la del 14, como Luis Araquistain, José Ortega Gasset o Américo Castro.
Una las amistades intelectuales y políticas –polémica como todas las amistades de ese tipo- que se explora aquí es la de Azaña y Salvador de Madariaga. Azaña propuso al biógrafo de Colón, Cortés y Bolívar el puesto de Ministro de Hacienda de su primer gobierno republicano, pero éste declinó la oferta aceptando el nombramiento de embajador de España en París. Sin embargo, Madariaga aceptó los cargos de Ministro de Educación y Ministro de Justicia cuando Azaña salió de la presidencia, en 1933.
Santos Juliá reproduce una carta del 15 de febrero de 1932, dirigida por Azaña a su embajador en París, Salvador de Madariaga, en la que el jefe del gobierno exige confianza entre los políticos e intelectuales que respaldan la República. Por lo visto, un enviado informal de la República había llegado a París y se había reunido con políticos franceses sin presentarse debidamente ante el embajador Madariaga. Éste último envió una queja a Azaña, quien le responde que dicha persona no iba en misión oficial por lo que era imprudente que se identificara en la embajada. Al final de la carta, Azaña pide confianza:
“Ya sé que usted no es quisquilloso, y lo celebro, pero le agradeceré particularmente que no se estrene de quisquilloso en este pequeño asunto, en el que no puede haber otra cosa que se roce con la confianza”. Azaña, que de joven se había interesado en el tema de la “responsabilidad de las multitudes”, sabía que una comunidad enferma de desconfianza, donde cada corriente del mismo bando acusa a la otra de traición y “complicidad con el enemigo”, es incapaz de crear instituciones democráticas.

1 comentario:

  1. Esta última reflexión, sobre la generalización de la desconfianza en una sociedad es clave....y es una dinamita en el corazón del civismo, del tipo ideológico que sea su proyección

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