Libros del crepúsculo
viernes, 6 de noviembre de 2009
Mann apolítico
Son días de Alemania y se piensa en Thomas Mann. Casi siempre que aparece el tema de las relaciones de Mann con la política se pone el énfasis en el período antifascista del autor de La montaña mágica (1924). Ese Mann que se exilia desde el triunfo electoral nazi, en 1933, primero en Suiza y luego en Estados Unidos, desde donde trasmite sus famosas alocuciones radiofónicas “Oíd, alemanes” contra Hitler.
Pero antes de ese Mann hubo otro, que ha rescatado recientemente Rob Riemen en su ensayo Nobleza de espíritu (México D.F., DGE Ediciones, 2008), prologado por George Steiner. Se trata del Thomas Mann que escribe Consideraciones de un apolítico, durante el último año de la Primera Guerra Mundial. El nacionalismo, que luego le parecerá un componente esencial de la barbarie hitleriana, entonces le parecía un elemento patrimonial de la bildung de un escritor.
El joven Mann entendía el nacionalismo, no como una ideología, sino como un sentido emocional de pertenencia a una tradición, sin el cual el arte y la moral serían inconcebibles. La idea de que el arte debía desembarazarse de toda ideología no era nueva, pero la comprensión de la moral como un conjunto de valores no regidos por la noción de “virtud”, tan central en la ética o en la religión, seguía siendo audaz para la época, a pesar de Nietzsche.
El arte y la moral que le interesaban a ese Mann debían estar abiertos a representaciones del mal, la perversión y el pecado. La religión civil, la moral pública y las ideologías políticas, en cambio, imponían visiones idílicas de la sociedad y el hombre, sobre las que se edificaban quimeras peligrosas. La bildung era la epopeya personal de formación de un escritor, enfrentada al mundo de los “literatos de la civilización moderna”.
Ese mundo en que literatura se confunde con ideología, según Mann, había producido dos entelequias: la democracia liberal –“uniforme, tosca, estúpida”- y la dictadura del proletariado, que en algún momento llama “dictadura de la barbarie”. La doble crítica, al comunismo y la democracia, colocaba a Mann muy cerca de las fuentes intelectuales del nazismo que, pocos años después, comenzarían a atacar la República de Weimar con argumentos similares.
Pero como sugiere Riemen, ese Mann apolítico, que nunca, ni siquiera en los momentos de mayor militancia “humanista”, desapareció del todo, estaba muy cerca de una concepción individual o, más bien, personal de la soberanía que a principios del siglo XXI recobra fuerza. No sólo son soberanos el Estado y la ciudadanía, el pueblo o el gobierno: existe una soberanía previa e inviolable, que es la de la persona humana.
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No es, era Mann, mas bien antipolitico? No es "antipolitico" la palabra que debes usar aqui? Te saludo.
ResponderEliminarSeguramente tienes razón, Rey. Pero el término que usaba Mann en aquel libro de 1918 era "unpolitischen", que se ha traducido como "apolítico". Lo que Mann quería decir entonces era que se ubicaba al margen de las corrientes demócratas y socialistas de su época, no que estuviera en contra de la clase o la profesión políticas, la acepción que hoy damos a lo "antipolítico". El filósofo italiano Roberto Espósito ha introducido recientemente el concepto de lo "impolítico", que estaría más cerca de la connotación de Mann.
ResponderEliminarEntonces, las "fugas incomunistas" de Juan Duchesne Winter que citas en otro lugar, Rafa, se traducirían como "uncommunist flights", no cierto? Gracicas por recordarnos a Thomas Mann y su precioso ensayo, que efectivamente tiene mucho de Nietzsche, para mi no tanto del nazismo.
ResponderEliminarSaludos de Anke
Gracias a tí, Anke, por visitar el blog. Sí, el estudioso puertorriqueño Juan Duchesne Winter sería uno de quienes más ha avanzado en esa nueva -y a la vez vieja- manera de comprender la soberanía. Sus libros "La política de la caricia", "El ciudadano insano" y, sobre todo, "Fugas incomunistas", proponen esa mirada.
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