Libros del crepúsculo

Libros del crepúsculo

lunes, 12 de octubre de 2009

Luz de Paz


El crítico cubano Enrico Mario Santí, autor de estudios ineludibles sobre José Martí, Pablo Neruda, Fernando Ortiz, José Lezama Lima y otros grandes intelectuales hispanoamericanos, ha reunido en un volumen más de 60 críticas sobre Octavio Paz. La antología recorre cuatro dimensiones fundamentales de la obra de Paz: el poeta, el crítico de arte, el intelectual público y el hombre.
Estas críticas, escritas en el último medio siglo, por autoridades de la literatura occidental, como María Zambrano, Harold Bloom, Nadine Gordimer e Irving Howe, o escritores iberoamericanos de la talla de Mario Vargas Llosa, Juan Goytisolo, Julio Cortázar, Rodolfo Usigli, Juan Gil Albert, Blas Matamoro, José Miguel Oviedo, Pere Gimferrer, Andrés Sánchez Robayna, Juan Malpartida y Guillermo Sucre, juntan un archivo irremplazable sobre la recepción de la obra poética y ensayística de Paz.
Una buena zona de dicha recepción corre a cargo, naturalmente, de los compatriotas del poeta: José Vasconcelos, Jorge Cuesta, Gabriel Zaid, Carlos Monsiváis, José Luis Martínez, Miguel León Portilla, Leopoldo Zea, José Emilio Pacheco, Fernando del Paso, Alejandro Rossi, Alberto Ruy Sánchez, Elena Poniatowska, Christopher Domínguez Michael… La lista, incompleta, alude a una diversidad generacional, ideológica y estética que deshace la imagen de Paz como escritor controversial, sectario o polarizante, creada por cierta opinión de izquierda radical.
Paz aparece aquí como un clásico contemporáneo, leído por muchos y desde muchas perspectivas. Pero no como una figura reverenciada, a la manera de algunos poetas modernistas de fines del XIX o escritores “comprometidos” de mediados del XX. Tampoco responde esa recepción heterogénea a la “dialéctica de la tradición poética” o a la “ansiedad de influencias”, formuladas por el joven Bloom a partir de Shakespeare. Paz no es leído como “maestro” por sus “discípulos” sino como un par, como un semejante, lo cual habla de la gran capacidad dialógica del autor de El laberinto de la soledad.
Entre los críticos de Paz, Santí incluye a cuatro cubanos, uno por cada una de las cuatro secciones del libro: Guillermo Cabrera Infante, José Lezama Lima, Severo Sarduy y el propio Santí. Los cuatro ensayos dicen mucho de la marca que dejó Paz en la vida intelectual cubana, a pesar de su escasa difusión en la isla. El misterio de un legado tan diverso y, a la vez, perdurable, tal vez resida en el tipo de luz que proyecta la obra de Paz: una luz, como dice Santí, “espejeante”.

La luz de la crítica. En uno de los textos que cierra el libro, titulado “De la revolución a la crítica”, Enrique Krauze describe de manera cabal esa luminosidad:

“Heidegger dice en algún lugar que el hombre no puede saltar sobre su propia sombra. Paz fue, en muchos sentidos, un profeta, pero se movió dentro de los paradigmas vigentes durante su larga y fructífera existencia. Fiel a la estirpe orteguiana (derivada en parte del historicismo alemán), se empeñó en buscar la “naturaleza histórica” de los países y, dentro de ella, la significación o el “ser” de cada etapa, de cada movimiento. La historia como un libreto que no sólo admite una indagación de significados últimos, sino que, de hecho, la reclama para liberarse de sus fantasmas, para ser libre, para salvarse. Esa visión de la historia (y de la visión en la historia) convoca naturalmente a la poesía: sin “visión poética”, decía Paz, “no hay visión histórica”.

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