Mañana lunes, 19 de octubre, comenzarán las excavaciones en el barranco de Viznar en busca del cadáver de Federico García Lorca. Un georradar de Alfacar localizó varias fosas comunes en la zona: en una de ellas estaría enterrado el poeta, junto con los banderilleros anarquistas Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, el inspector de tributos Fermín Roldán y el restaurador Miguel Cobo. La Junta de Andalucía ha respaldado la identificación forense de los restos de García Lorca, en contra de la voluntad de una parte de la familia del poeta.
Los forenses podrían confirmar lo que la tradición oral de algunas aldeas granadinas ha sostenido por más de 70 años. En el barranco de Viznar hay, de hecho, una placa con estos versos de García Lorca: “asesinado por el cielo,/ entre las formas que van hacia la sierpe”. Se trata de las primeras líneas del poema “Vuelta de paseo”, el primero, a su vez, del cuaderno Poeta en Nueva York (1930), escrito durante la temporada que García Lorca pasó como estudiante de la Universidad de Columbia.
Poco tenía que ver con la muerte aquel poema. A García Lorca le interesaba trasmitir, más bien, la mutación de la vida. Prometía: “entre las formas que van hacia la sierpe/ y las formas que buscan el cristal/ dejaré crecer mi cabello”. Los versos finales eran una afirmación de la vida cambiante: “tropezando con mi rostro distinto de cada día/ ¡asesinado por el cielo!”. Más muerte había en el poema siguiente, el titulado “1910. Intermedio”, donde García Lorca se recordaba como un niño andaluz cuyos “ojos no vieron enterrar a los muertos”.
Ahora García Lorca comienza a vivir como cadáver, como los muertos que abundan en su propia poesía. Se ha insistido, con razón, en el tono profético de la lírica del Romancero gitano (1927) y el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935). ¿Cómo no ver un retrato, intrigantemente piadoso, de sus propios verdugos en el “Romance de la Guardia Civil española”? Allí se hablaba de la “vaga astronomía de pistolas inconcretas”, de “un rumor de siemprevivas que invade las cartucheras” y de un ejército que “avanza sembrando hogueras,/ donde joven y desnuda/ la imaginación se quema”.
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