Libros del crepúsculo

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lunes, 5 de octubre de 2009

El disidente oficial


El espléndido reportaje de Lola Galán sobre el novelista albanés Ismaíl Kadaré, Premio Príncipe de Asturias de este año, en el último Babelia (3/10/09), ayuda a comprender el extraño caso de un buen escritor de Europa del Este que, a pesar de ser cosmopolita y pro occidental, no siguió el mismo itinerario político de Solzhenitsin, Kundera, Havel y otros disidentes del comunismo.
Kadaré (Gjirokastra, 1936) nunca fue un opositor o un marginal en la Albania comunista y se exilió en 1990, después de la caída del Muro de Berlín. En los años 70 y 80, mientras vivió en Tirana, el novelista contó siempre con la protección del caudillo Enver Hoxha y de su mano derecha, la eminencia gris del comunismo albanés, Mehmet Shehu, cuyo hijo, Bashkim, también escritor, terminaría siendo el principal discípulo de Kadaré. Como se lee en El accidente (Madrid, Alianza, 2009) la crítica actual de Kadaré no se dirige, fundamentalmente, contra el pasado comunista sino contra la transición iniciada en los 90.
Algunas novelas anteriores de Kadaré, como El general del ejército muerto, una narración histórica sobre unos soldados italianos, en busca de los restos de sus compañeros, en Albania, entonces posesión italiana, habían agradado a la nomenklatura de Tirana por su mezcla de patriotismo y sofisticación. Cuando comenzó a ser editado en Francia y a ser reconocido en Occidente, Kadaré aprendió a utilizar su prestigio como protección, frente a los sectores más ortodoxos del régimen albanés, y, a la vez, como moneda de cambio, a favor de su autonomía, en la inevitable relación con los burócratas “aperturistas”, interesados en proyectar una imagen más abierta de Albania.
El novelista aprovechó ese status de “intocable” para desarrollar una literatura alegórica, llena de simbolismo y, a la vez, comunicativa con el lector occidental, en la que se hacían sutiles alusiones críticas al régimen albanés. El sucesor, El concierto, El largo invierno y, sobre todo, El palacio de los sueños, una ficción kafkiana que cuenta la historia de una dictadura que crea una institución gubernamental para vigilar y castigar los sueños de libertad de sus ciudadanos, reprimiéndolos de acuerdo con su mayor o menor peligrosidad, son novelas que ejercen ese tipo de crítica simbólica, tan frecuente en sistemas políticos cerrados.
El caso del Kadaré que residía en Tirana, no tanto el que se exilia en París a partir de los 90, viene a confirmar la tendencia de los regímenes del “socialismo real” a tolerar e, incluso, constituir disidencias oficiales. En su polémico libro Contra la censura (2007), J.M. Coetzee observa esa tendencia, aún, en los casos más dramáticos de Mandelshtam y Solzhenitsin, quienes, a diferencia de Kadaré, sufrieron cárcel y estigmatización por sus ideas.

1 comentario:

  1. Muy interesante esa idea de una disidencia oficial. En Cuba puede apreciarse en las artes visuales y arriesgaria que tambien, un poco en los bloggers. Creo que en esto, el 'socialismo real', copia un poco al capitalismo, donde existe si no una disidencia oficial, al menos unos criticos -al corte de Michael Moore o Noam Chomsky- que logran encontrar un espacio, una aceptacion y una popularidad, y un capital no solo dentro del propio sistema al que se oponen; sino ironicamente gracias a ese sistema.

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