Entre 1915 y 1918, Antonio Gramsci escribió una columna en el periódico Avanti de la ciudad de Turín. El marxista italiano tituló su columna “Bajo la mole”, en alusión a la Mole Antonelliana que, como un panóptico, divisa toda la ciudad desde las alturas. El periódico, órgano del Partido Socialista Italiano, y que había sido dirigido hasta 1914 por Benito Mussolini, debió posicionarse ante los dilemas del nacionalismo y el internacionalismo en el contexto de la Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre.
Recogidos ahora por la madrileña editorial Sequitur, aquellos artículos muestran a un Gramsci muy diferente al de los Cuadernos de la cárcel y sus textos más conocidos sobre la sociedad civil, el Estado y los intelectuales. Este es un Gramsci cronista urbano, más cerca de Benjamin que de Lenin, cuya prosa se mueve ágil entre librerías, bares, colegios, oficinas y fábricas de la urbe piamontesa.
Gramsci escribe sobre fútbol y teatro, sobre tabaco y cocaína, sobre música y Navidades. Los principales blancos de su crítica son el catolicismo, la “idea territorial” del nacionalismo, el Estado y la censura. Como el joven Marx, Gramsci escribió algunas de las denuncias más elocuentes de la censura que conoce la tradición marxista. Aunque se disfrace de “moral” o de “religión” la censura de Estado es siempre una penalización de ideas: “el censor de costumbres no existe. Sí existe el de las ideas. Único bien que deba ser limitado: las ideas. Única riqueza que deba ser secuestrada: las ideas”.
Recogidos ahora por la madrileña editorial Sequitur, aquellos artículos muestran a un Gramsci muy diferente al de los Cuadernos de la cárcel y sus textos más conocidos sobre la sociedad civil, el Estado y los intelectuales. Este es un Gramsci cronista urbano, más cerca de Benjamin que de Lenin, cuya prosa se mueve ágil entre librerías, bares, colegios, oficinas y fábricas de la urbe piamontesa.
Gramsci escribe sobre fútbol y teatro, sobre tabaco y cocaína, sobre música y Navidades. Los principales blancos de su crítica son el catolicismo, la “idea territorial” del nacionalismo, el Estado y la censura. Como el joven Marx, Gramsci escribió algunas de las denuncias más elocuentes de la censura que conoce la tradición marxista. Aunque se disfrace de “moral” o de “religión” la censura de Estado es siempre una penalización de ideas: “el censor de costumbres no existe. Sí existe el de las ideas. Único bien que deba ser limitado: las ideas. Única riqueza que deba ser secuestrada: las ideas”.
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