Libros del crepúsculo

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lunes, 21 de septiembre de 2009

Filósofos de la violencia


Slavoj Zizek comienza su último libro editado en español, Sobre la violencia (Barcelona, Paidós, 2009), con una válida reflexión a propósito de la diferenciada espectacularidad que los medios globales otorgan a episodios violentos en el mundo. Recuerda Zizek el escaso impacto que tuvo la revelación que hizo la revista Time, en junio de 2006, de los cuatro millones de personas que hasta entonces habían muerto en la guerra civil del Congo. Esos muertos, a pesar de ser muchos más, eran menos mediáticos que los de las Torres Gemelas.
A partir de esta observación, Zizek se adentra en una serie de equivalencias cuestionables –los crímenes de Stalin en Rusia, los de Hernán Cortés en México y los de Leopoldo II en el Congo belga; las ideas de George Soros, Bill Gates y Toni Negri…- con el propósito de criticar la tolerancia y el pacifismo que se han propagado, a la vez, entre liberales y comunistas, entre izquierdas y derechas democráticas. Por ese camino, la impostura de Zizek gana en atractivo pero pierde en persuasión.
Zizek toma como guía teórica de su indagación el gran ensayo de Benjamin “Hacia una crítica de la violencia”. Pero, por momentos, se tiene la impresión de que Zizek reivindica sólo un sentido de aquella crítica: la de la violencia de Estado, a la cual se contrapondría una violencia revolucionaria legítima, que Benjamin también critica. El pasaje del acápite “Violencia divina”, en que asimila la defensa de la violencia del Che Guevara a la crítica benjaminiana es revelador de esta lectura unilateral.
Al final se tiene la impresión de que Zizek, a pesar de sus distanciamientos explícitos, en éste y otros libros, del marxismo-leninismo, todavía opera, a veces, con nociones que provienen de esa tradición y no del marxismo crítico. Zizek sigue creyendo en una suerte de “dialéctica” histórica, según la cual, el Estado, al reprimir la violencia destructora de derecho, genera un tipo más perfecto de violencia. Según Zizek, cuando Lenin expulsó a los filósofos rusos, en 1922, la dictadura del proletariado ejercía una violencia más depurada que la del zarismo decimonónico. Cuando Putin amordaza la prensa coloca, a su vez, la capacidad represiva del Estado en un nivel de mayor sofisticación que el del estalinismo.
Las mayores limitaciones de esta crítica, sin desconocer su agilidad, su eficacia y su inconstante lucidez, habría que encontrarlas en un precario entendimiento de los regímenes políticos modernos y en cierta opacidad de otras formas de violencia bajo el énfasis en el viejo conflicto Revolución-Estado ¿Cómo entender, por ejemplo, otras violencias contemporáneas como las masacres interétnicas, los abusos domésticos, el narcoterrorismo o las pandillas urbanas que no se inscriben en esa tipología binaria? Para estudiar estas violencias, en tanto voluntad de dañar o aniquilar al otro, el ensayo “Sobre la violencia” de Arendt, que Zizek no quiere leer, sigue siendo útil.

1 comentario:

  1. Entiendo la crítica de Rojas pero me parece que exagera un poco la importancia del ensayo sobre la violencia de Hannah Arendt. Es cierto que en el mismo se trata el tema de manera más intersubjetiva pero en resumidas cuentas Arendt también está hablando en última instancia de la violencia de Estado.

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